El recuerdo hizo
presa mi corazón.
Atrapado entre sus menudas
manos
dibujo su figura de
acaramelada risa.
Mis entrañas se llenan de
ternura
aunque duelan por su ausente
ser,
aunque sus ojos no se apaguen
ni se empequeñezcan los
sueños
que desandan mi
almohada.
Entre su risa y la mía sorteamos
las paredes de la nada. El
tiempo
siempre es presente,
siempre.
La reluciente vida deja
tu cara de niño
al calor de tu gente trepidante,
cual leones
que te cuidan. Y esta es mi
plegaria.
Antonio Molina Medina