POTE-POÉTICO DE JUNIO DOS HOMENAJES




El Pote-poético del mes de junio dedicado a homenajear a dos poetas, grandes uno por que el 5 de junio nacía en Fuentevaqueros, y otro porque fallecía un 30 de junio en Madrid habiendo nacido en Bilbao. Federico García Lorca y Blas de Otero.
 
Entre Blas y Federico se entretejió la tarde poética en ese "txoko" de los últimos martes de mes, donde conjuramos y conjugamos la luz de la Poesía. Ellos como protagonistas no fueron los únicos Baudelaire, Gloria Fuertes,  el ultimo premio de poesía de Hiperión ...algún cuento de una princesa llamada Sarim, un poema musicado...Variado el panorama y no olvidemos que Juanjo nuestro amigo de "los instrumentos raros" se prodigó con tres: el serrucho, un dúlcimer de los Apalaches y el salterio.
 
De todos ellos salieron notas preciosas que se enamoraban de los versos, y poemas que se enamoraban de las notas y del ulular de alguno de los tres. Un diálogo del que fuimos emocionados testigos desgajando setenta minutos de Poesía uno por uno.








La Lata de los Pensamientos también se floreó por dentro y ved su cosecha: rosas, alhelíes, margaritas, amapolas, azucenas, lirios...de vuestro puño y letra, así que siempre GRACIAS:
Narciso y Jesús de Taberna Zabala que posibilitan el espacio (ese "txoko" ya tan nuestro), Juanjo el de los instrumentos raros, Isabel, Itzi, Elisa, Manolo, Eva, Darel, Marifeli, Javier, Mercedes, Pablo Z. , Pablo, Inma, José Luis, Patxi, "Bámbola" y Ana.





Nos despedimos hasta septiembre. Descansad disfrutad y que la Poesía no os abandone.
¡ Feliz, feliz, verano!
 
Daniela y Antonio

UN SOPLO DE AIRE FRESCO...


Un soplo de aire fresco le despertó una mañana. Se enfunda en sus pilas y el muñeco presuroso saltó de la cama, dejando las sábanas preñadas de sueños, de paz y de calma. Con sandalias nuevas cruzó la ciudad, que en vez de ciudad, sería ciudadela. El frío que la noche regala, no siente su ansia, no impide caminar a pesar de la escarcha. Las baldosas crujen, de ellas mana fuego junto a sus pisadas. Pletórico de vida busca una sonrisa que alegre su alma. Praderas de Duendes le incitan, le atrapan. Los Gnomos le soplan en la cara. Desde una habitación pequeña y destartalada, sin mantas, su curiosidad le lleva a su habita. Él ya se diluye y siente que manan de él los espíritus que placen convulsos en toda la estancia. Sus ojos tropiezan con las sillas. Una pequeña mesa le contempla y habla, el armario le susurra, su voz es de grana. Él abre una hoja. Su alma se cierne en pequeña súplica incensada. Entre corredores, se pierden… se quieren… se aman. Su recuerdo aflora por la vieja cámara… Él cierra su hoja de armario que duerme y se aferra a ella concienzudamente, consciente, pertinente. El hombre se muere. No quiere dejarla. Su dolor le enviste y quema sus naves por el continente. La niña le mira y sonríe y llora. Él ya no suspira, vuela sobre su montaña. Por las galerías ella aún le guía… a pesar del tiempo su vida es la vida. Galopan ligeros en caballo tordo… sus alas protege el viento que corre, que vuelan suspiran… es su primavera…

A. Molina Medina

CALMA


Ante el silencio que a mi vida acompaña
siento los latidos de un corazón que ama,
sé que lo imposible duele y quema el alma
pero también gratifica en las noches sin nada
que llevarse al corazón, ni siquiera, palabras.
Tu felicidad, es la mía, y tu dolor, mi esperanza
siempre estaré a tu lado, aunque no me des nada.
Solo con tu sonrisa se me alegra el corazón
que me ayuda a vivir y me provoca calma.

 

A Molina Medina

YO MIRABA TU ROSTRO


 
Hoy desde mi cielo azul y
una pradera de silvestres flores,
de animales libres,
una bandada de pájaros
dibujaron tu rostro
en lo más alto del cielo.
Te miraba, miraba, miraba
y tú sonreías, reluciendo
en tus dientes de nácar
el resplandor del sol.
Yo, íntimamente, me alegraba.
Contemplando el rostro
un escalofrío recorre mi cuerpo;
sentirte tan cerca, y, verte tan lejos
 

A. Molina Medina

Un brote de esperanza

Debajo de esa manta
de sombras que te mecen
está un corazón que
brama por salirse
del lugar que le dieron
los que te concibieron.
 
Eres como la luz que
alumbra al peregrino
en esta larga noche,
la de nuestro destino.
 
Que de tus manos
broten esporas,
que copulen e incendien
quemando las impurezas
que pululan por el aire.
 
Tus pinceles son plumas
que revolotean contra el viento
como sables que se clavan muy adentro,
buscando con esperanza
ese mundo más humano
que todos deseamos,
manteniendo con ardor
la luz que te ilumina
en tu largo caminar
entre sombras y ardillas.
 
Tú, con tu corcel, remontarás
camino al infinito,
aguerrido escultor,
espléndido inquilino.
Que tu sabiduría
perdure en otros siglos.

Molina Medina

¡LÉEME UN CUNTO!

Del poemario. Lucía la estrella- Dibujo: Daniela Bartolomé Moro
Abuelo, ¡léeme un cuento!
Dice una vocecita a las canas;
el abuelo lee, lee del papel,
lee de su niña la cara.
 
¡Léeme los cuentos de La Alhambra
Dice preparada y lista, sentada
en el borde de su cama.
¡Súbete abuelito! A mi alfombra
encantada, verás que tiene
dibujos y letras como filigranas.
 
¡Acurrúcate conmigo! –dice;
nervios que arroban su alma
nervios que no le impiden
mantener a Pepe en la cama.
¡Ay Pepito!, Pepe, Pepe
como te quiero mi alma.
Sus ojos como cohetes, su
sonrisa sonrosada resume todo su río
y el abuelo lee páginas, esas cosas
que ocurrieron, allí en la roja muralla.
 
Lucía escucha absorta, mantiene
a Pepe en sus garras, el peluche
dulcemente le lame toda la cara,
hasta que el sueño avanza.
 

Molina Medina

 

EN ÉL ME REFUGIARÉ

Juan M. Bombín 1916- María Mata Padilla 1909- Antonio M. Medina
Acudía a tu refugio por cobijo,
una mañana que no puedo olvidar.
Olía a hierba fresca, recién cortada,
tus canes intuyeron mi pisar.
 
Nuestra entrega es limpia, de azul cielo,
pensamos en vivir, como en soñar
mientras el tren me conduce a tu casa,
juego con los anhelos, por jugar.
 
Las voces que berrean, no me achican
jamás enturbiaran el palpitar,
de la hoja que el río ha recogido
para junto a olas, arrastrarla a alta mar.
 
Él bien sabe que es una diosa,
una rosa que salió de su jardín;
se desnudó, cambió de colorido
y se mostró completa, libre al fin.
 
Liberó un alma, liberto un cuerpo
limpió su mente, dejo abierta su puerta
al calor del pecho de otro hogar
envolviéndoles sus olas en su mar.
Molina Medina
 

MUJER



 En el río de la Miel,
presto siempre acontecer,
entre piedras y alfombrillas,
que surcan las dos orillas,
su manto fecundo y verde.
 
 La hierba brota perenne,
poblando sus dos orillas.
Una lavandera hermosa
con su alegre cancioncilla,
que resuena con sus trinos,
 
acompañando en su canto
a esos pájaros cantores,
que alegrando sus orillas,
acompañada, junto
a los rayos de sol y
jaleada por las mozas
que le hacen compañía.
 
 Sus cantos son pura mirra,
todas en ristra acompañan,
mientras golpeando las aguas
los cuellos de las camisas;
surge un silencio en el bosque.
 
 Los pájaros se dispensan,
las lavanderas se callan
un intruso ellas divisan;
entre sonrisas, guasas y risas,
que llegan a carcajadas.
 
 Un mocito las observa,
de alguna se ha enamorado,
pero todas se preguntan.
Será Antonia, o, Juanita,
será Pepa, o, Mariquita.
 
 Ella ya sabe quién es,
el corazón le palpita.
Sorprendido se ve el mozo
Y corriendo por las cañas,
ha contemplado con gozo,
 
la sonrisa que le incita,
que al mirarla de soslayo
vio su cara y su sonrisa,
la risita de su amada
que al mirar él a su cara
sus  fracciones resplandecen.
 
Molina Medina

 
 

¿POR QUÉ LA QUIERES?


¿Por qué la quieres?
Me preguntó la Luna en su noche clara.
Ella me sonríe y la miro a la cara.
¿ Por qué la amas?
Trepidante, la aurora reclama,
sólo me venzo al rocío de su mañana.


¿Al corazón se le piden explicaciones?
¡Qué fuerte es todo lo que le cuenta y sugiere!
¡Qué curioso y paradójico todo lo que acontece!
 
¿Por qué la amas? Inquirió la Luna al Sol
antes de ocultarse.
¿Acaso tú puedes vivir sin mí,
que velo tu noche floreciente?
 
 
 
¡Porque la quiere...!
¡Díselo a su corazón!
¡Pregúntaselo a su alma!
Ellos saben lo que presienten.
Él, pobre juglar, sólo sabe que la siente
como un aguijón incrustado en su vientre.


 
Porque su vida estaba de luces y sombras
de sombras y luces,
sin luna ni cielo,
sin sol que alumbrase.
 
Una cierta lumbre calentó su alma
despejo las dudas,
sofocó sus ansias
y se aposentó, cercana, en silencio
debajo su cama.
En noches en vela
salía de las sombras,
se acurrucaba en su almohada
y se hacía fuerte.
 

Le envolvía de calma,
de ilusión y vida,
por la que vive,
por la que se muere,
día a día, desde sus mañanas.
 
 
 
 
Molina Medina