LA HUELLA

 

Sinovas Pedanía de Aranda de Duero

Él, se alejaba dejando tras sus huellas los retazos de una vida, de un tiempo imborrable que nunca volverá, para adentrarse en el mundo que siente, que no percibió que nunca comprendió. Volviendo la cabeza con lágrimas las que resbalan de sus ojos las que le brotan del alma de lo enterrado en vida. La cabeza inclinada. El alma dolorida. El corazón sangrando. Lo envolvía la apatía, su corazón no sentía el jugo de la vida, ella se le resistía. Le falta la palabra.

La vida le resulta diferente. La apatía convulsionaba su alma. Se cerraron los manantiales de agua clara. Su corazón no latía solo palpitaba sin fuerza, brotaba la nada. Le faltaba la palabra.

Sinovas Pedanía de Aranda de Duero

 

Y se adentró: en su bosque, sus ríos, la claridad de una tierra que respira luz, agua manantiales de vida de colores y pétalos de rosas siemprevivas, que le azotan la cara. Los colores rojos, verde, amarillo azul cielo le rechinan. La resina se desprende pegajosa de heridas consumidas aromas de árboles de frutos que dejaba en su campo. Frutos que consumía que alimentaban su cuerpo, que sustentaban ilusiones de una infancia pérdida de su edén en la tierra, que suavizaba su hambre, enjugaba su cuerpo agilizaba su mente de toda sequedad. Le acompañaba la palabra en toda su extensión. Sonando a libertad.

 

Parque de los Alcornocales. Chorrosquina El Cobre

Recuperando huertos, semillas germinando, cortijos, arbolados, animales caseros y el fruto de sus árboles, de frutales colmados. Fuego bajo, palomas, enjambres de abejas, la miel que nos sustentaba higos secos y brevas. Olivos de aceitunas, aceite, tinajas de agua fría contaros sempiternos que saciaban mi sed. El perro que me quiere, la serpiente reptando que levanta la cabeza, me saluda silbando. Reses, hierros candentes que quemaban su lomo marcando iniciales que en la sierra pastaban. Los pavos y gallinas, conejos, escarabajos me acompañaban de  diario en mis correrías por el campo. El buitre me vigila, merodea en circulo el olor a la muerte a su nariz ha llegado. Las hormigas en silencio cargadas de pertrechos que su cuerpo soportan arrastrando la carga más fuerte que su cuerpo, impulsando con ímpetu los poderosos granos. El niño las observa y sonríe, se ríe contemplando como se introducen en la cavidad que la tierra protege. Otras caminan libres, de regreso a los campos para buscar su carga y poder regresar.

 

Parque de los Alcornocales. El Cobre, Chorrosquina


Una piel de serpiente se encuentra a su paso ha mudado su cuerpo se ha cambiado de ropa se quiere pavonear y cimbrea su cuerpo por la verde pradera enseñando su lengua afilada y certera como flecha punzante fluye de su cabeza y cuando se siente en peligro arqueando se cuerpo se levanta orgullosa lista a defenderse de quien quiera atacar. El buitre carroñero sigue girando en circulo otea la pradera sigue buscando el alimento para seguir viviendo siempre en  libertad. Él espera y le espera, la muerte esta al acecho la presa esta lista el festín es seguro, solo debe sentirse segura en libertad.

 

Orduña Bizkaia

Mientras las reses mugen sonido prolongado cuando sienten en su piel el hierro candente que marcan en su cuerpo, y le duele, le quema, le hace daño y grita los mugidos al aire, soltando de sus trabas saltando empalizadas buscando el alivio de aire que le brinda su largo galopar.

 

La vida en las humildes chozas se hace deseable, placentera y dignan en mentes que se quieren, que quieren y aman, a pesar de las fieras, que pululaban el monte. Los árboles se mecen, en lo alto de la sierra el niño se sonríe, sonrisa placentera, se sienta y los contempla. Un puñado de sueños observando a animales que libres le preceden. Mientras el buitre negro se nutre de carroña que su cuerpo comprime. Retomando su vuelo listo para otra fiesta, extendiendo sus alas planea placentero después de su festín.

Orduña Bizkaia

El olor a higos secos, a aceituna a brevas, a higos chumbos, higueras, perales, manzanos a garbanzos, la miel inundaba su vida con su perro querido que alegraba sus minutos y horas en su soledad. Contemplaba los barcos que la niebla recubría por toda
la Bahía cercana a Gibraltar.

Los arrieros pasan por la Trocha a Tarifa, se detienen y piden un cuenco de agua que la madre les da.

De los campos cercanos brillaban las espigas, los prados de garbanzos, la paja en la planicie, donde briosos corceles arrastraban los trillos separando la paja de su grano divino que el campesino sonriente endulzaba el paladar.

Antonio Molina Medina

16,05.21