CAMINANDO POR LA NATURALEZA


Ciudad de Orduña. Bizkaia
“Las emociones sintonizan con la naturaleza
En el mundo de hoy, sobre todo en las ciudades,
las prisas y la tecnología nos hacen a veces olvidar
en qué momento del ciclo anual nos encontramos.
Sin embargo, para abrirnos a la armonía del mundo
es esencial conectar con los ritmos de la naturaleza;
percibir los cambios y los ciclos, en el macrocosmos y
en el microcosmos de nuestro interior; sentir cómo
se manifiestan el transcurrir de los días y noches y estaciones.”

Ciudad de Orduña. Bizkaia
Fue un día dos de enero de 2020.

Ciudad de Orduña. Bizkaia.
El viento de la sierra Salvada, avivaba su fuerza acompañando a su cuerpo que se dejaba caer lentamente, sobre su organismo desde su montaña. 

Y el frío galopaba por las piezas de verde esperanza. 

Y la luz se abría y se cerraba, caminando por la orilla del río Nervión, con un cielo azul donde el sol comenzaba su andadura. 

Y desde la montaña, al caminar, apagaba los rayos mañaneros y el viento atizaba su aire contra su cuerpo. Mientras, en la pequeña ciudadela, el humo en las chimeneas subía presuroso formando nubes de incienso. 

Campos del valle de la Ciudad de Orduña.
Entre callejuelas sin tránsito de personas, la sombra de su iglesia le lleva al histórico pórtico, cuyos hastiales y columnas le sonríen desde tiempos pasados y, quizá, lejanos.
 
La vieja fuente cubierta por una capa de hielo se cuartea con los primeros rayos de sol y los pasos se deslizan camino al ‘Infierno’ para calentarse con caldo y ascuas de una sencilla candela, donde unos troncos dejan su calor en el hábitat que nos acoge, muy cercano a su río: nuestro río Nervión, que hoy no enmudece, que se hace fuerte entre la corriente. 
Río Nervión. Delika. Álava

Y siente en el alma, que camina a su lado y siente su agua mirando su cascada fría y siempre sonriéndonos al penetrar entre sus aguas por la poza que cubría nuestro cuerpo, "arrejuntándonos" entre la juventud y la plácida corriente.

Nacimiento del joven río Nervión. Delika. Álava
La soledad todo lo comparte. Y le fluyen recuerdos y corta fuegos entre troncos y sierra; entre manos antiguas de seres que aun sienten la pasión de formar parte del paisaje; debajo del puente, donde las vías del tren siguen incorruptibles a pesar de años trascurridos.

Las fuentes adornan el camino, antes, de bueyes y animales que tiraban de los carros repletos de mieses… de trigo y cebada y de alfalfa y avena y mazorcas de borona y alimento para los animales.

La gran pradera saluda a su vuelta, deja atrás sus caseríos y palacetes y carreteras, antes caminos de carros. 

Valle de Arrastaria. Alava.Orduña
Lentamente, con mirada altiva y sedienta de sensaciones, veía la nube blanca que. poco a poco. se deslizaba sobre la falda de su montaña, impulsando el frío del Bolló que nos cubría con su frialdad.  

El valle se extendía a su vista y las montañas orgullosas se imponían, recibiendo el calor de los rayos del sol que las adornaba. Y el verde, el verde de los campos junto a las vacas y corderos y caballos y burros, reponían sus cuerpos con la yerba fresca.

Y, cuando te das cuenta, te topas con la Ciudad de Orduña, donde solo viertes la vista en mirarla y sentirte niño, quizás, otra vez. Las campanas tocan las horas y el viento se apacigua dejando que el frío no enturbie la tarde y nos deja llevarnos otra vez la luz y el amor de sus calles y fuentes y hastiales, donde trascurrieron muchas mocedades, en el que no había ni siquiera estrés.
Peña Salvada. Ciudad de Orduña.
04.01.20
Antonio Molina Medina