CLARIDAD

El cielo se oscurece.
El segador  cortando la yerba
mece sus brazos,
mientras las nubes engreídas
surcan de ellas sus rayos de fuego.
Él sólo se oculta entre los olivos
y el rayo le sigue donde él se protege.

      29/03/16 


      Antonio Molina Medina


EUROPA AGONIZA

Ella se lleva entre sus dedos el aroma de las plantas
que retoñan en lo sobrio de su huerto, mientras su
perro el que ladraba aullidos y lamentos que,
angustiados, penetraban en aquella habitación,
depositados en la corteza de su excelso cerebro
sin puertas, ni ventanas, sin cerraduras que atan.
Solo una cortina de retazos de telas inservibles
las guarda. Las que el aire… aireo en los tiempos
que habitaron en su cavidad, incapaz de desdeñarlo
ya que los cuatro jinetes del apocalipsis, resuenan
de nuevo vuelan con furia, por la vieja Europa, que
apática e inservible nos deja el legado de un mundo
que muerde que destruye valores y nos manda
más muerte entre hienas que hieden a muerte.
16/03/16


Antonio Molina Medina

MUJER

A su sombra se refugia, y le causa llamarada
un calor limpio profundo que en su cuerpo
se le instala.
No digan que la deje. No me pidan olvidarla
Si la Luna es su consuelo y su vida le relaja.
La quiere... como la quiere con los sudores
del alma.

¡Mírala cómo reluce... como brilla, incluso
después del alba!
Su corazón es humano, de fuentes y de
guirnaldas
¿Cómo no va él a querer a mujer tan tierna,
sana, serena y clara?
Nunca conoció mujer que le atrapara su alma.
Sus ojos de cielo abierto le recorren
'toa' su cara.
Su mirada es dulce y tierna y su sonrisa
 de grana.
Una lágrima se expande por los surcos
de su cara.
Quererla, sólo quererla con todo su
corazón
es algo que no se acaba.
Pensamientos que le invaden
por caminos de barro y zarzas.
Y seguirá caminando aferrándose a
su aldaba
para que no se espumara.
Siempre estará a su lado
y no son sólo palabras,
ella entiendo corazón repicando
la alborada.
Sólo, para quererla con el cuenco
de alma.

Antonio Molina Medina


AMISTAD…

¡Qué tendrá la puñetera!
¿Cuántos se aferran a ella,
y la confunden con una Ramera?
Sinuosa, torpe, incierta, sulfurosa,
consecuente, presurosa, limpia y clara.
Para las mentes que la atrapan,
es una corriente,
un volcán de savia,
generadora incesante de una forma de vida.
Donde desaparece la nada
con tu muerte se enriquece.
Fundando una torrente de sangre nueva,
de agua cristalina y clara de sabores:
amargos, dulces…
que pocos alcanzan,
y pocos ofrecen.
Muerte y vida. Vida y muerte.
Como LOBA en la sierra
que amamanta y te hiere
cuida tu cuerpo y te protege…
Entrégate con ella.
Amistad sincera.


Antonio Molina Medina

EMOCIONES

Mil besos él te daría.
Mil rosas encabrioladas.
Mil corazones sensibles,
que por tu vida pasaran y
con fuerza loada.

¡Con qué tromba caen de su alma!
Su corazón se estremece,
se confunde con su agua.
Lágrimas de serafines se
acumulan para salir…, él
las dejo fluir por los surcos de su cara,
que le hacen llorar… que le hacen reír...

De sufrimiento es la vida,
también de brezo y de luna.
Su corazón se ajetrea y
se encontró una fortuna,
fortuna que no merece sueños
que desde la cuna
su madre en cuentos contaba.
Él la miraba a la cara y
como una luz azulada
se apoderaba de su alma.
Mientras su dama sonríe
con sus dientes de alabastro,
él sólo la mira la sigue observando
perforando una sonrisa
de sal y dulce en sus labios.
¡Cómo la quiere!
¡Con qué fe la contempla!
¡La seguirá contemplando!
Quererla, sólo quererla
es lo más recomendado.

Aunque sus ojos le duelan,
aunque de soledad un hartazgo,
nada ni nadie en el mundo
será capaz de destruir
lo mejor de su legado
para morir en sus brazos.

Antonio Molina Medina


ATRAPADO POR LA SONRISA DE UNA NIÑA…

En la plaza de la pedanía se palpaba el silencio. 
Sus gentes descansan, la noche los envuelve,
ha sido un día de duro trabajo en todas las viñas.
Los tractores repletos de granos de uvas
respiran el aire de la noche templada.
Ha comenzado el proceso en el que el Dios Baco
se filtra entre vid y vis y saluda a su grano negro.

Paseando por la plaza, dejando atrás el calor que proviene
del único lugar donde sus lugareños se desfogan
narrando sus vivencias, se toman sus chatos de vino,
juegan a las cartas y cuentan en corro historias de
personajes queridos que fueron dejando el paisaje.
El recuerdo prevalece entre sus gentes para regocijo
de propios y extraños.


De improviso, como un ligero chasquido, unos pasos
resuenan el pavimento. Una niña alegre, trasparente
y rebelde, menciona mi nombre acercándose al lugar:
-¡Antonio! ¿Te puedo decir una cosa? – me sugiere.
-¡Dime lo que quieras! – le digo.
-¡Me he leído ya, cuatro veces, los poemas de la Lata!
Su sonrisa me atrapa y me deja sin palabras. Sólo la miro y me sonrío.
Paladeo su sonrisa. Aparece sobre mí ese niño que merodea por mi mente ya con escarcha. Me arrastro a sus pies. Siento su calor. Se funden las miradas.
-¡Gracias! - le contesto.
Me cuesta pensar. Su llaneza me descabalga las palabras.
-¿Has leído o escuchado los poemas de Granada? – le comento.
La niña me mira con cara de incrédula y me dice:
-¡Yo no sé nada de ese libro!
- ¡Pues lo tiene tu madre! Ella me lo cogió junto con un CD musicado.
La niña me mira se sonríe y calla. Sale corriendo a buscar a su madre en la casa.
Mientras mirando hacia atrás me dice:
-¡Se lo voy a pedir a  madre en cuanto llegue!

La noche en Sinovas, nos envuelve, nos atrapa. Cae sobre sus gentes y sus casas.
Una ligera lluvia se deja caer atrasando el final de la vendimia.
Cansado de un día completo de emociones, experiencias vividas con sus gentes, dirijo mis pasos a la vieja cabaña. Mi cuerpo necesita descanso y un poco de calma.
Pero no va lento, vuela como el águila, alas de una niña me aúpan y me limpian la mente... que me rellena el alma.



Antonio Molina Medina

CAMINANDO ENTRE SOMBRAS

Intrépido cual felino se introdujo en las sombras. Los cascos del caballo atronaron el aire. El jinete se pliega, los sentidos le atrapan rompiendo con su espada el mundo impenetrable. La luz le deslumbró, le tiró del caballo. Él se aferró a su cola dejando atrás el pasado. Las barreras se rompen, su marcha es imparable.

Llegó la luz del día, quedando atrás la oscuridad, la noche. Una vieja campana tañe, repiquetea. El hombre ha traspasado parte de la materia. Llegó por fin la luz dejando a sus espaldas la ceguera. La libertad soñada prende su llama. Él se aferró al albor que la mujer le ofrece. Se ensartó a su mano, intercalando los dedos. Caminarán seguros, compartiendo sueños y amores no vividos apostando el corazón. Sin miedos ni ataduras… Para quererse, amor, sólo quererse y la amistad… perdurará.

Antonio Molina Medina

¿ES POSIBLE EL AMOR?

Esta oración ya no tiene consistencia.
Quizás esta plegaria se haya muerto
apagando su luz con el paso del tiempo.
Se difuminó pero el mundo gira y gira
y te reencuentras en cualquier momento
con el amor mezclado entre la bruma oculto,
y que no se encuentra muerto.

—Mamá, ¿dónde está papá? ¿Por qué no viene?
Un niño de corta edad, cuya tristeza se refleja
en su rostro agobiado y acongojado,
se define rodeando con sus brazos
el cuello de su madre, acurrucándose en su regazo.

En un asiento de un tren de cercanías
una madre aprieta contra su pecho
el producto de un amor marchito,
el fruto de su unión;
sus ojos ausentes denotan tristeza.
En el semblante del niño
el miedo, la incomprensión
en su edad temprana y tierna,
por la intransigencia de sus progenitores

Lentamente el tren se acerca a su destino
donde una madre anónima consuela a su retoño
oprimiéndolo contra su pecho herido,
diciéndole que dentro de unos días,
podrá volver a ver a su padre en la ciudad.

Triste destino el de una flor que espera florecer
por la ceguera de aquellos
que le dieron con amor la vida,
por lo difícil de la convivencia
y de lo poco que nos soportamos los seres vivos.

Los niños, una vez más, son los más débiles;
los daños colaterales de todas las contiendas
que no entienden de luchas inquisitivas
entre un padre y una madre que ya no se acuerdan
del amor que un día acaeció en su existencia.

¡Dios! ¿Por qué tanta agonía?
La angustia se apodera de mi alma,
me aprisiona el pecho y
acelera mi corazón;
no puedo comprender tal desatino,
el dolor me quema por dentro.

La congoja me oprime la garganta,
brotando de mis ojos una lágrima
que lentamente resbala por mi rostro.

¡Dios! Mi mente no razona,
no entiende ni comprende
el por qué un niño tan tierno
al comienzo de su corta andadura
como un cachorro de león rugiente,
debe sufrir tal desamor, tanta locura;
la de un mundo que nos lleva hacia el abismo.

Una vez más, nos falla la palabra.
Un niño ha clavado la punta de su arado
en lo más profundo de mi pecho
para seguir manteniendo vivas las semillas
y que sigan brotando mis recuerdos.

Iluminado por la llama de un pájaro roto,
que no logra comprender lo que le pasa
en los albores de su edad primera, cuando
el amor es el primer alimento en nuestras vidas.

Antonio Molina Medina