ERA MIGUEL CURANDERO

 
 Estaba Miguel un día
descansando en un barbecho
con el callado en la mano
y su mirada a lo lejos.
 De pronto se oye un tropel
de pasos que suenan lejos
con los gritos de, ¡Miguel! Miguel.
Que pronuncian con apremio.
 Miguel se levanta y parte
con su cuerpo tan pequeño;
y él divisa a un mozalbete
que le dice todo serio.
 -Miguel, mi caballo en casa
se ha caído en el páramo
y mi padre solo dice
que este animal esta muerto
y yo digo que Miguel
si que entiende de estas cosas.
 Miguel sale a toda viveza
pues él sabe que está a tiempo.
Llega donde el animal
y le mira con presteza:
le sujeta de una pata
y su cara es un reflejo
de dolor, y con sus contorsiones,
le saca el mal de su cuerpo.
   Molina Medina