MAR
MEDITERRANEO
Poseidón el
rey del mar, me dio permiso para que
baje a los
infiernos entre las encendidas luces
de las aguas
del mar nuestro, y
solo rostros
repletos de
huesos saludaban mi presencia…
Del portal de
su velen se perfilaba la angustia, y la cuna del niño
ni siquiera se
mecía. Solo la luna reflejaba sus huesos los que
amontonados se
debatían entre la sal y la erigía… ellos,
quejosos, se
abrazaban confusos; su carne se la robaron
los defensores
de la fe, mientras la sal los enmudece.
Pero salieron
a recibirme a pesar del frío de la nada,
junto al agua
de los ríos que por esos lares se unía a su causa…
Las cuencas de
los ojos vaciaban sus causas mientras
las melodías
se hacían sollozos en rostros consumidos,
tétricos, se esparcen
sin sollozos.
Ya los
lamentos se perdían entre las olas de la mar eterna
la que rompía
sus clamores, ya sin dolor en los
huesos
afligidos, sin odio, sin rencor ni fulgor,
ni amor que
degustar en el pesebre de la negación.
La rosa de los
vientos, ya sin aturdimiento, despejaba
el silencio
con todos los huesos a cuestas; excrementos
conglomerados los
que ni el agua de su mar pudo detener
ya que los
malditos volverían a dejar que esa muerte
certera los
envolviera.
Otra vez, sin
quejidos de cuerpos, sin fronteras…
Me gustaría
ser un pato y volar sin pasaporte
ni plata ni
oro… solo con la libertad de poder
volar sin
guías que nos devuelvan al mar…
ese mar
repleto de huesos salvajes y
escurridos por
la mano del hombre descerebrado,
torpe y mutado
en miseria desdentada, cubierto de
gusanos
cristalizados.
30.12.24
Antonio Molina
Medina