Hola corazón...


Hola corazón...
Hoy las luces del amanecer, junto a la plena fuente de la alborada,
me ha desgajado su luz y me ha sesgado la mirada,
para llenarme la tarde de sueños y serpentinas
que atrapan mis ojos con una franca sonrisa.

Mientras el invierno está al caer y el sol nos abandona,
un cuerpo nuevo ha brotado. Sumergida queda en el agua,
la negrura de su mente, la sordera de su alma y los tañidos
que crujen por mi cuerpo de su alma.

Eres manantial de vida. Sueños de ahora y de siempre.
Caperucita encantada que me marca las veredas por las que
aun camina mi mente, sin  titubeos ni algaradas.
La noche nos atrapa. Y los sentidos, ellos sigilosos,
se acurrucan en mi almohada y se esparcen por mi cuerpo y
se hacen cuerpo y alma.

Cruzando estoy por el puente antes de que suba el agua,
antes que los filisteos me roben los sentimientos que
provienen tan frescos de tus letras… de tus ojos…
de todo lo que florece entre tus dedos serrana.
Antonio Molina Medina
17/12/16

ANTE EL CAOS SILENCIO


Se detiene el tiempo y surgen las imágenes repletas de arrugas curtidas por el aire de vigorosas mujeres con añosos sueños, los cuales, briosos, se envuelven en su tierra… tierra de labranza, plena de sustancias, placen ante mis ojos.
Volver a los campos, silbar en libertad con la que nacemos antes de perderla, por leyes extrañas… leyes que atenazan el alma y la pudre por dentro de putrefactas imágenes que endurecen el corazón.
La vida sigue entre los camperos, algunos ya nuevos, otros relucientes, con coraje y sueños. Desde mi Andalucía ondean mis recuerdos de la ancha Castilla, donde en plena Sinovas se enredan mis dedos entre verdes tallos de viñas y racimos extensos. Flamea su Ermita, y desde sus pilares, burbujea su Cultura brotando de sus muros sus años de gloria, la de su larga existencia, envuelta entre sombras que arropan las columnas Romanas de su pórtico.
Surgen de  las veredas los seres de ahora, caras repletas de sueños, bellezas de antaño, rostros repletos de arrugas, las que embellecen sus almas caminan con lentos pasos, por los senderos hoy, al final del verano. Sus caras me incitan sin tregua a no olvidar su pasado. Son las eternas olvidadas. Las que domaron los campos, los aposentos y cuadras y criaturas que berreaban en sus primeros años, algunas muertas en vida. Esclavas de su pasado.

Camino por las arenas de la playa mirando las aguas del Estrecho y las veo teñidas de sangre, de cuerpos y caras y ojos y labios que gritan: ¡basta ya! De tanto cuerpo sumergido, que hasta el agua los devuelve. ¡Basta ya de tanta barbarie! Amigos. Ante tantos seres que olvidamos, los sentidos por un puñado de placeres, de seres que sólo sienten, la nada, dejando cuerpos en sus aguas, olvidando su calidad de hijos de dios: que parece que no tenemos alma junto a los que desde los púlpitos nos señalaban a ese dios de Todos, nos decían.  Hoy, olvidados por ellos y por seres que no tienen ojos, ni oídos, ni bocas, ni un trozo de alma, mientras ellas… siguen en sus cavidades donando el fruto de sus cuerpos y sembrando la tierra de cuerpos nuevos.


"Y entre las telas de mi atuendo"
encontrarás su corazón que,
sencillo, se deja acarrear
por los aires de su cuerpo,
librando las arterias, trasladando
sus sentires por los cielos, los que
adormecidos,
sacian de sed sus lamentos.
Y los deja satisfechos, sólo…
Amotinando sus recuerdos.

Antonio Molina Medina
04/08/17


ELEGÍA A LA MUY NOBLE Y LEAL CIUDAD DE ORDUÑA



Me brotaron de la tierra lejos de tus murallas, en una pedanía
donde nació Pepe el Romano, el de la Bernarda Alba, con un rio
como el tuyo: El Genil, en una Vega de pozos y fuentes.
La nieve eterna no dejaba su agua de surtir procedente
de sus montañas, el Veleta y Mulhacen de la Granada eterna.
Su montaña roja  dejaba al descubierto la joya Nazarí de
cuentos y leyendas, de su Alhambra y su entorno, de seres que antaño dejaron sus sombras pegadas a los pasos de callejas y murallas.

Pero un día ya lejano me acercaron a tu plaza, donde tu fuente
nos daba de beber, mientras sus hastiales, alumbraban mis ojos
con lámparas y bombillas, dejando atrás la mecha del  viejo candil.
Y, a golpes de regla, estimularon  mi corazón al compás de las letras para seguir los consejos de los maestros que esculpieron mi existencia.
Potros salvajes se apropiaron de mi cuerpo, pastaron y alumbraron
celulosos, desde el amanecer. Mis pensamientos galopan cual caballos desbocados por calles, callejuelas, callejones estrechos llenos de alcantarillas... ¡Infinidad de recuerdos! Mi mente acumula, reposando hoy, almenas, murallas, puertas que se habrían hasta el anochecer.


La luna nos alumbraba, luciendo por sus troneras, mientras,
un círculo vicioso se apodero de mi mente y se hizo de roca,
de arena entre caminos ya que su cuerpo flotaba en las
aguas de su río, cuya agua no se negó a beber.
Caminé por senderos con la luz de la aurora y me hice
materia entre el trigo y cebada, entre avena y borona.
Sus granos me atraparon caminando por la bruma, donde mi cuerpo descarga, acarreando alfalfa; caminando tras las ruedas de los carros de carga:  los bueyes tiraban de tan preciada carga. Sus pasos engarzados, seguían las huellas que dejaba su paso de regreso al descanso con la fértil cosecha.
Los ciruelos florecen, los cerezos ‘reblanquecen’ y los gallos
despiertan de sus sueños a los moradores, que, entre bostezos
se acercan a los viejos cajones buscando los huevos
de las ponedoras gallinas.


El silbido del viento se colaba en mi cuerpo, sacudía mi mente
de lo alto la peña Salvada. Se arremolinaba contra se estructura
de roca y agua  expeliendo con furia su intensa frialdad.
Mientras, corría y corría, sedienta de madera que entorpecía
mis pies en su caminar: Los saltos a la comba, las tabas, el gambocho
El chorro-morro que…, rodando ‘güitiberas’... Mientras, las piedras
silbaban a nuestro alrededor, junto a ruidos de sables, de arco de
flechas incendiarias... Pasaban sibilinas cercanas a nuestro cuerpo
salpicando las mentes, mientras, las trompas giraban y giraban.
Nuestro tiempo y los botes explotaban camino del cielo, por la fuerza del agua y el carburo que trasteando entre la basura del Terrero, guardábamos con celo para nuestros juegos. El aro de hierro giraba y giraba por senderos y caminos de vacadas sin frenos.
Mientras, el río Nervión, suspiraba, y nos daba consuelo.
También fresca agua que compartíamos con animales caseros.


Las pisadas antiguas de seres de antaño nos acompañaban. Su aliento apretaba y nos hacía correr buscando el calor de la vieja chapa para combatir el frio de viejo boyo que guiaba y nos atrapaba de la cintura, sibilino y fiero, asiendo nuestro cuerpo.
El calor aprieta en los campos del valle y las granadas espigas
se balanceaban con la brisa que sopla menudamente desde la sierra.
Los animales rumian su pasto favorito cerca de la tapia del cementerio.
Mientras, la guadaña en manos expertas, troza  las espigas, para su aporreo.
Ruidos de pisadas,  crujir de ejes... circulando caminos, trasportan los haces repletos de espigas de trigo, avena, cebada y centeno, pacen en la era esperando la orden del campesino. Esperan....


Noche en la ciudad, circulan aires nuevos. Con un acordeón, la fiesta es un hecho. Incluso el músico, resulta que es ciego.
Las danzas nos atrapan, nos sonríen por dentro con el fuego de la llama.
La noche se repone de seres que caminan con sus sillas a cuestas
camino a la plaza. Mientras los titiriteros, preparan los artilugios que nos entretendrán . Llegaron a la ciudad, provistos de speranza para ilusionarnos y así divertirnos del duro trabajo allá por los ampos, que hasta las lucernas nos acompañaban y nos despedían con su luz a cuestas en nuestro transitar.

Bullen por la plaza sonidos de trompetas, notas estridente. ¡Hasta la fuente y sus caños delatan tal algarabía, que, desde las ventanas del añejo cuartel, nos tocan silencio. Los soldados allí acuartelados deben dormir....
En la profundidad de la ciudad, por sus caminos de agua, se deja fluir su fuente, limpia y convincente en su lluvia. Por las bocas se esparce, para aligerar las gargantas. 
De los hastiales, refugio de nuestros juegos cuando llovía, auténticos aguaceros, o la nieve se amontonaba, dando paso al duro hielo.
La plaza se poblaba del blanco de los inviernos. Su manto nos
transportaba a la Navidad del cielo, donde las familias se apiñaban
ante una mesa de manjares que poblaban nuestros sueños.

Duerme la ciudad, mientras por sus calles, sonaba la voz del sereno Que, nos resguardaba de malos augurios, en la oscuridad desnuda de gentes, él era su dueño.

La plaza se deja ocupar con los juegos de gente menuda, de gritos
y canticos, aun en el invierno, mientras las bocas de la fuente
no dejan de chorrear. El silencio se hace murmullo y los ríos
que trascurren silenciosos, siguen su cauce en busca de
la rambla que los conduzca a la mar.
Los sonidos, cual soniquetes de las campanas, nos despiertan,
se apropian de la vida y vuelve el bullicio: corazones que
murmuran y se hacen notar.
Y desde lo alto de la montaña la señora despierta y nos manda
su aliento, nos saluda en lo incierto despereza nuestros sentidos
y se comunica con los que transitaron y transitan por los caminos
de antaño,  absortos y dolidos del olvido.
Sus vidas eran solo para labrar la tierra, sembrar los campos y dejar el sudor acarreando los sacos de cereales a las puertas de sus amos.
Solo la luna los guiaba y era su consuelo, su abandono, la que aflora su sonrisa en sus  sudorosos rostros.
Y… ¡no los mientes amigo! ¡No los pongas en los mantos!
¡Ni hables aun bien de ellos!, porque no está bien recordarlos.
Ya que la historia es la de aquellos; de los que recogían los frutos y se los ponían en sus graneros, subiendo las escaleras con sacos a sus espaldas. De esos hombres que lucharon por un trozo de ese pan; que por los suyos sudaron entre explosiones y miedos.
Antonio Molina Medina
26/09/16 

LE OFRECIERON LA NADA


Le ofrecieron un arco con afiladas flechas.
Supo tensarlo. Aún le quedaba energía.
Fatídicas, las flechas se estrellaron en las rocas,
brotando sus puntas, traspasando su yelmo
y perforando su corazón que, inseguro,
se dejó morir de indiferencia.



Convivió con una diosa
de ojos glaucos, que encauzó
la limpieza de su mente teatrera.
Zeus le mandó tal presente, que,
colmado de placeres terrestres,
Infringiendo así las leyes de los dioses.
Las estrellas y serpientes de colores
reptaban por el aire buscando
su ausencia aquí en la tierra.
Antonio Molina Medina
10/06/18

ARADOS CAMPOS DE CASTILLA


¿Qué es la locura?
Le balbuceo el cuerpo a su mente, caminando entre viñas. Entre roja tierra que pisa su cuerpo, cuya gumía penetró en sus entrañas para que bostece y se fortalezca. Mientras sus ojos desfogan su luz entre trigales y campos arados; en los pinares saludas los pájaros y las vocecillas de las hormigas reclaman templanza a tus pies, ante tan diminutos cuerpos.

Se detiene en compañía de su sombra, que hace lo que le manda su cuerpo, sumisa a sus costumbres dejando posar su cuerpo al lado de su señor. La campiña domina su mente y su sombra le pregunta con insistencia:

A la vid le han brotado inicio de burbujas que rompen su tronco, su sabia se cuela por su linaje anunciando generosos tallos, mientras algunas  palabras escritas acompañan a tan singular proeza, plegando sus hojas se aferran al tronco los versos y coplas, las que atrapan su alma de seres que sueñan.

Entre sables y espadas, los cuervos planean, se alejan y cruzan los páramos, dejando las fértiles cosechas que arropan la villa. Despejan sus mentes, escuchando los sonidos de la campana de la iglesia anunciando los cuartos, las medias y las horas como antaño.

Despejado su sentido camina por las aguas, sin mirar atrás. Mezcla de recuerdos que son el soporte, que es la alegría que su cuerpo necesita. Aunque deje girones de su organismo, discerniendo lo malo y lo bueno que brota de sus sueños que, insaciables, caminan con  él en su soledad.
Antonio Molina Medina
05/05/16