Entre nubes
hadas y gnomos,
duendecillos sin
miedos,
contemplando
absortos
sus vibrantes
atuendos.
Sus ojos se
mecían y
de ellos
brotaban mis sueños
Lágrimas de
cebolla eran
su gran
sustento.
Plácido y risueño yo los miraba.
Inciertos vuelan
mis pensamientos
en su fuego
intenso.
Su corazón es
oro, mirra e incienso
Los ángeles la
aclamaban
al brotar de su boca
los manjares y plegarias
que su corazón sustentan.
Ella es... pura
bonanza.
Antonio Molina
Medina