Intrépido cual felino se introdujo en las sombras. Los
cascos del caballo atronaron el aire. El jinete se pliega, los sentidos le
atrapan rompiendo con su espada el mundo impenetrable. La luz le deslumbró, le
tiró del caballo. Él se aferró a su cola dejando atrás el pasado. Las barreras
se rompen, su marcha es imparable.
Llegó la luz del día, quedando atrás la oscuridad, la
noche. Una vieja campana tañe, repiquetea. El hombre ha traspasado parte de la
materia. Llegó por fin la luz dejando a sus espaldas la ceguera. La libertad
soñada prende su llama. Él se aferró al albor que la mujer le ofrece. Se
ensartó a su mano, intercalando los dedos. Caminarán seguros, compartiendo
sueños y amores no vividos apostando el corazón. Sin miedos ni ataduras… Para
quererse, amor, sólo quererse y la amistad… perdurará.
Antonio M. Medina