SU FUERZA

La cárcel celeste de tu cielo
no la mejoran ni el mar, ni las olas de tu viento.
La niebla me cubría el pensamiento
hasta que el buen tiempo me liberó de tal evento.
Limpio mi corazón de tantas impurezas
y a tumba abierta se alejó de estercolero.
Con las alas que tus manos me ofrecen
será cual gavilán cuya alma merece.
Volaremos juntos de noche y de día
por los caminos, empedrados de vida,
dúctiles y maleables como la fiel arcilla.
En la cárcel de tu cielo me acomodo
y me salva inoculada preñada de luz divina,
producto de la candela que alumbra tu cocina

para comernos juntos, como el trigo y la harina.

Antonio Molina Medina