RÍO GUADALQUIVIR

 

Pedro Abad Córdoba 

Y le cogió de la mano por la orillita del Guadalquivir

caminaron ensimismados y los diviso la Giralda

los miraba muy curiosa, quizás un poco celosa

del buen momento de ellos y se sintió muy feliz.

 

Les saludo e invito a posar en su aposento

con las cortinas de oro, como brillan los espejos,

los dos miraban al cielo y se les quedo pequeño

la solería y el contraste de los cuadros,

Pedro Abad Córdoba 

 

a los dos los envolvieron. No llegaron al final

el calor les iba envolviendo. Salieron sin dilaciones

ellos el peligro vieron, el respirar y el silencio

de sus cuerpos lo sintieron

 

y cogidos de la mano caminaron por la orilla

a visitar a la torre que el oro ella relucía.

Decían que era la barca que balanceaba sus vidas.

El Guadalquivir en calma de sus cuerpos brota brisa,

 

Pedro Abad Córdoba

de sus almas la esperanza de lo profundo del río

un lagarto les aguarda. Como se ríe el puñetero.

Con que salero miraba. Él transmitió ‘to’ los deseos.

los que en su cuerpo guardaba.

 

Pero al mirar el agua, vio su cara reflejada.

De sus ojos florecen aros que sus pestañas limpiaban,

se acurruco a su vera y la pasión desfogaba.

De su corazón latidos. De su cuerpo los suspiros.

Pedro Abad Córdoba

 

Los que a él provocaban. Le perforaba su cuerpo.

Cómo sacudía su alma. Se le clavaba en sus ansias.

Y él se la llevó al río. Para que limpiase su alma.

Fueron los cuatro muleros que de su cuerpo trotaban.

Antonio Molina Medina

15.08.21