LA NOCHE



 "Hemos de comprender como niños
lo que pretendemos que los niños
comprendan".
“Antonio Machado”

 
Emerjo en la noche.
Me encuentro en el campo,
para mis sueños lograr consumar.
Reposando estoy en la ladera,
de una tierra singular.
Chorrosquina por más señas.
Algeciras una vez más.

Una pareja de críos,
se me acercan a preguntar,
les veo cara curiosa,
son del entorno familiar.
 
Permaneciendo mirando:
quizás con curiosidad.
Estoy mirando la Luna,
el infinito y los cometas desfilar.

Es una noche estrellada,
como tantas del lugar.
El niño se acerca lentamente,
la niña le sigue detrás:
los tres, empezamos a conversar.

Sus preguntas son inquietas.
A mí, me hacen recapacitar.
¿Por qué miras a la Luna?
Me preguntaba el chaval.

¡Hace tiempo que advertimos!
¡Que no dejas de mirar!
Me sorprende la pregunta,
y trato de contestar.

 Pensando que en sus mentes,
quizás, pueda  penetrar,
y darles una pista, que ellos
puedan desarrollar.

¿Tu padre cuando hace la siembra
en los períodos de la luna
tiene que preocuparse?
Tiene que tener el cálculo,
si la cosecha quiere obtener.

¿Por qué tiene tanta importancia,
la luna para sembrar?
Me dicen los dos niños a la par.

Les expongo la importancia que tiene
la Luna, en su medio familiar.
¡Qué mejor explicación,
para que me puedan captar!

Sois del campo, les refrendo
y como vosotros,
del campo viven muchos del lugar.
Sin la Luna el campo seria una quimera.

Hablamos de sus ciclos,
y la importancia para sembrar.
Miro sus ojos y se ilusionan
se refleja sus ansias de saber,
y las ganas de asimilar.

 ¡Cómo prestan atención,
de lo que para ellos es vital!
Les sigo considerando
lo que ellos pretenden saber
y puedan llegar a comprender.

 En creciente, las simientes se suben,
Y con ello, la cosecha se perderá.
En menguante ascenderán,
y sus frutos criaran.

En la noche, las plantas se abren
para  poder oxigenarse;
ellas también necesitan respirar.
El sol y las estrellas,
que tanta vida nos da,
que junto con el agua,
las hacen desarrollarse y engordar.

Es curioso de verdad,
que dos niños de 8 años,
dar oídos a la explicación
de un hombre de mi tiempo
 
El niño se llama Javier,
cómo se podría llamar Juan.
La niña se llama Sandra,
María se podría llamar.

Se deleitan de lo que les cuento.
Y más preguntas al azar.
¿Es solo curiosidad?

Pasa el tiempo y con sorpresa para mí,
que unos niños de su edad,
no se cansen de indagar.

Solo me limito a intimar
hacerme niño como ellos,
y introducirme en sus sentimientos,
y de esta forma hacerles cavilar.

Solo contesto lo justo,
para su pequeña edad.
Sembrar en ellos expectaciones,
así un día ellos,
podrán por sí mismos,
encontrar su realidad.

Son unos niños muy nerviosos,
y se ponen a retozar.
Mis pensamientos se funden
con los niños del lugar.

Yo también fui un día niño,
con esas mismas consultas.
Pero no tuve la suerte,
que, me lograsen contestar.

Es la escuela de la vida
que se aprende de verdad.
Lo que yo como una fábula les digo,
para ellos como un leyenda quedará.
Y con el paso del tiempo,
ellos puedan acreditar.

Ellos ya quieren saber,
sin presiones ni métodos férreos,
lo que pasa en el lugar.
Y como dos niños que son
se pusieron a jugar.

Sigo con mis pensamientos,
y recreándome del lugar.
Indagando en mi interior, 
¡qué fácil es enseñar!,
si te bajas a su mentalidad,
y te haces un poco ese niño,
que ellos quieren hallar.

Enseñando la cultura
que ellos quieren asimilar,
sin patrones inconfundibles,
que como un juego,
convendría ser.

Para aquellos, que,
memorias agradables,
les queden, de su saber.

Antonio Molina Medina