CABALLOS


Tarde calurosa de verano.

Unas ruedas cortantes circulan
soportando el peso de mi cuerpo
que, arrastrado por caballos,
da vueltas y más vueltas
alrededor de la vida primitiva.

La brisa compite con el sonido
de cascos de caballos,
que adormecen la paja,
desbrozando sus granos.

Mientras el trillo corta las espigas
esparciendo sus tallos.

La tarde está al caer.

El sol hermoseando el paisaje
intenta desaparecer por las lomas
que, mansamente,  se abren a su paso.

Los pájaros incansables revolotean
picoteando junto al grano aventado.
Los caballos resoplan sin aparejos
sin arreos, ni cinchas ni bocados.

Entre relinchos, sudorosos sus cuerpos
secamos sus lomos, para dirigir sus pasos,
buscando los cestos de paja y grano,
el agua de los ríos y los verdes pastos.
Antonio Molina Medina
01/09/14

SU TREN


Una plaza rodeada de niños. Tratando de seguir caminando, la única forma de vivir es soñar llegar a alguna parte. Pasan las páginas de un libro. Cerrando los ojos se introduce en él y se mece con el balanceo que proviene de los pergaminos que sustentan su calma entre socavones de letras. Ya no se deja ni viaja, nada le atrae. Hasta el aire sufre cuando respira, el aire que sus pulmones fermentan.
Contar los sentimientos, los que brotan al margen de lo que te rodea, es prioritario y necesario. Tratar de comunicar lo que tu corazón siente en este momento, donde la libertad es parte de tu existencia, también lo es, por eso escribes lo que sientes Antonio, lo que siento, aunque sea dolor. Desde el dolor y la rabia me obligo a rebelarme contra él mismo y su forma de ser, sabiendo que sigue en su tren sin saber a dónde va.
Se sufre corazón. ¡Maldito corazón! ¿Por qué amas? ¿Por qué tiemblas? ¿Por qué la amas si tu misión es bombear la sangre oxigenada que circula por tus venas? ¡Déjalo morir! Es cuestión de tiempo. Trata de caminar, aún estando en tinieblas.

El tren se desliza cimbreando su estructura de madera y hierros en limpia mañana por el valle entre las montañas. Sus ruedas giran y giran. Giran desde la madrugada al unísono por los raíles que, perfectos, mantienen la distancia. Pasan estaciones, gentes que se apean, gentes que suben incansablemente. Su estructura se resiente con los cuerpos que se acomodan sobre sus asientos. El murmullo de voces se escurre por pasillos, mientras, el revisor, atento a todo lo que se incorpora a su estructura, nos convida a aportar el billete para su conformidad. Con sonrisa amable, forzada o secundaria repite el rito acostumbrado en siglos pasados que nos hizo soñar:
-Por favor su billete.
Le sonrió y se lo ofrezco, lo revisa y con sigilo amablemente nos da las gracias para continuar.

Siento el sonido que forma cundo la mole de hierro atraviesa los túneles que nos sorprenden con su oscuridad. Entorno los ojos, dilato mi cuerpo y explota el universo ante la mirada que brotó del corazón asfixiado de lo ingrato, ingrávido, y subjetivo que la vida nos depara. La luz se forma de nuevo. Mis ojos que se abren pletóricos de dicha contemplando el valle.

Una pequeña cabaña se camufla entre la espesura. Un chiquito río bordea sus maderas que bien forman su habita. Los perros juguetones, salen presurosos mirando la bestia de hierro. Sus miradas intrigantes me indican que su olfato les advierte de una presencia extraña. Los tallos de esperanza que brotan de la sabia de los árboles viejos nos contemplan. Los miro y me abrazan. Nos abrazan. La mole de hierro se subleva y gime silbidos de sueños entre raíles.

 La inquietud y nostalgia azotan mi cuerpo. Mi corazón agitado se duele. Entornando los ojos alcanzamos la estación deseada. El tren se detiene, su andén nos saluda, pero no hay mendigo que espere, ni sombra que presienta su cuerpo, sólo el silencio que todo lo inunda. El aire se mezcla con  la palabra que nunca nos abandona, ni nos deje morir envueltos en lágrima.
Parte el tren. Continúa su trayecto dejando el andén…
20/05/18
Antonio Molina Medina

SU SANGRE


Pedí la nada y me dieron todo.
.Deje mi puerta abierta y se coló un lucero.
Despeje el desván de mis recuerdos
y apareció mi consuelo.
Bendito sea lo humano y sereno;
lo sencillo y cuerdo, ya que lo que
seduce es su alma pasmada de luces
que alumbra su cuerpo y la hace visible
desde las arenas del desierto
Antonio Molina Medina
22/05/16

CASERIO DE ORDUÑA - Bizkaia



Caminando por el campo se encontró con la poesía. Él la miraba y ella le sonreía.
Entre palabras y azucenas, se detuvo a contemplarla, en la empalizada de una finca de la Ciudad. Cerezos, manzanos, nogales, ciruelos, perales de invierno, higueras del tiempo. Las gallinas corretean por la estancia, mientras al pozo, le sacan agua con una palanca.
Una vieja máquina de trillar instalada en el patio tratan de arrancar a base de esfuerzo manual con una manivela. Hacen rugir el motor, cuyas correas ponen en movimiento. Todas las poleas impulsan las piezas de acero que mueven las partes de su interior por donde pasará el trigo y la paja. Ésta es impulsada por una turbina que absorbe los tubos y la lanzan al pajar amontonándola para el duro invierno que les espera. Mientras los sacos de trigo aguardan su turno dispuestos a la molienda. La blanca harina les espera, y de ellas se formarán los panes en el horno de la casa.
El trasiego es un caudal de almas, cual engranaje que forman un viejo reloj de pared en la estancia, armonizado con sus gentes, que sin reyes, ni duques, ni jefes, ni capataces…, hacían mover los brazos de los braceros, cuyo único empeño era acabar su tarea y llevar a sus casas un trozo de ilusiones para seguir comiendo un día más por los aledaños de su río donde limpiaban sus cuerpos de impurezas extrañas.
12/08/13     
Antonio Molina Medina