ANTE EL CAOS SILENCIO


Se detiene el tiempo y surgen las imágenes repletas de arrugas curtidas por el aire de vigorosas mujeres con añosos sueños, los cuales, briosos, se envuelven en su tierra… tierra de labranza, plena de sustancias, placen ante mis ojos.
Volver a los campos, silbar en libertad con la que nacemos antes de perderla, por leyes extrañas… leyes que atenazan el alma y la pudre por dentro de putrefactas imágenes que endurecen el corazón.
La vida sigue entre los camperos, algunos ya nuevos, otros relucientes, con coraje y sueños. Desde mi Andalucía ondean mis recuerdos de la ancha Castilla, donde en plena Sinovas se enredan mis dedos entre verdes tallos de viñas y racimos extensos. Flamea su Ermita, y desde sus pilares, burbujea su Cultura brotando de sus muros sus años de gloria, la de su larga existencia, envuelta entre sombras que arropan las columnas Romanas de su pórtico.
Surgen de  las veredas los seres de ahora, caras repletas de sueños, bellezas de antaño, rostros repletos de arrugas, las que embellecen sus almas caminan con lentos pasos, por los senderos hoy, al final del verano. Sus caras me incitan sin tregua a no olvidar su pasado. Son las eternas olvidadas. Las que domaron los campos, los aposentos y cuadras y criaturas que berreaban en sus primeros años, algunas muertas en vida. Esclavas de su pasado.

Camino por las arenas de la playa mirando las aguas del Estrecho y las veo teñidas de sangre, de cuerpos y caras y ojos y labios que gritan: ¡basta ya! De tanto cuerpo sumergido, que hasta el agua los devuelve. ¡Basta ya de tanta barbarie! Amigos. Ante tantos seres que olvidamos, los sentidos por un puñado de placeres, de seres que sólo sienten, la nada, dejando cuerpos en sus aguas, olvidando su calidad de hijos de dios: que parece que no tenemos alma junto a los que desde los púlpitos nos señalaban a ese dios de Todos, nos decían.  Hoy, olvidados por ellos y por seres que no tienen ojos, ni oídos, ni bocas, ni un trozo de alma, mientras ellas… siguen en sus cavidades donando el fruto de sus cuerpos y sembrando la tierra de cuerpos nuevos.


"Y entre las telas de mi atuendo"
encontrarás su corazón que,
sencillo, se deja acarrear
por los aires de su cuerpo,
librando las arterias, trasladando
sus sentires por los cielos, los que
adormecidos,
sacian de sed sus lamentos.
Y los deja satisfechos, sólo…
Amotinando sus recuerdos.

Antonio Molina Medina
04/08/17