PRIMAVERA EN LA PEDANÍA

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

Se filtran por las rendijas de la persiana de su ventana esos rayos de claridad que dejan al descubierto los luminosos paisajes de la Pedanía, cuya fuerza le imprime la eterna primavera que comienza. La que nos sacude la mirada la cual, cabizbaja, nos hace descubrir la hondura de los campos de Castilla, poblado de espléndida Naturaleza, que no nos necesita para nada como nosotros no podemos vivir sin ella.

Los campos se apoderan de verdes praderas y de flores salvajes  que adornan nuestra mirada solo con alargar nuestra admiración, y posar la mente en el verde, verde manto, que se adhiere a la tierra que abarca nuestra profunda visión. Mientras las huertas se enroscan alrededor de las cabañas, donde un hilo de humo relajado fluye por encima de sus tejados de tejas de colores ahumados.

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

Las calles de la pedanía se vislumbran repletas de pisadas antiguas y jóvenes que, incesantes, buscan los fantasmas de la noche que se regocijan sin prisa y en calma. Pero de improviso, las puertas se abren y el ruido se apacigua ante los oídos; el silencio no empaña su conocimiento que busca con énfasis desabrido y tenaz en su silencio.  

Brota la vida en la Pedanía y se suaviza el aire que respiro, introduciéndose en su presencia esas voces que, mansas, se acomodan en la mente. Las de mujeres y hombres y gente menuda, la que se mueve cada día dando vida a los sueños en cadena para aporrear sus vidas y sus eventos cotidianos que acarician, entre sonrisas y silencios inclusive, las precisas y ásperas sacudidas, que muchas veces la propia vida les depara.

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

La primavera, a la sazón manantial de pureza, salpica sus campos y deja al descubierto surcos y veredas; carriles de tractores para llegar a sus destinos donde pacen de sus mieses, junto a los animales que el pasto de barbecho protege, mientras los perros miran silenciosos la cara dorada del pastor. Algunos a paso lento, otros aceleran sus pasos… mientras la campana de su iglesia  marca sus horas que el viento arrastra en la lejanía.

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

Rondan los tractores armados de cuchillas  que perforan la tierra, la que, plácida, se deja penetrar esperando las semillas, dejando los pequeños surcos por donde penetre el soplo del aire caliente. Y la tierra se rejuvenece entre cánticos y plegarias donde crecerán las espigas  de esa semilla de la siembra que hará posibles esos frutos sensuales y prodigiosos, que el campesino mima, para que el molinero los convierta en harina.

 

Con efusividad, nos encontramos en el teatro de la vida, cual barco que se mueve entre las espigas; visualizando esos granos que serán la semilla para morir, engullidos por la propia tierra dando frutos para la siega. Mientras, las viñas romperán sus menudos troncos entre lágrimas, preparando con su sabia los arrogantes y juveniles tallos  que, jubilosos, serán cubiertos por las verdes hojas para dejar paso a los

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

racimos y granos de esa nueva vida, que, acumulados y llenos de dulzura, humedecieron gargantas de ahora y de antaño, a pesar del desagravio de los que rugen en contra de la Naturaleza… sean incapaces de destruirla en su tiránica obsesión,  tras la ofensiva a su destrucción.

Antonio Molina Medina

01.04.21