CAMINANTE


Era el año 20 de la era del Señor. Los caminos tortuosos eran difíciles, peligrosos de sortear. Trémulo y persuasivo caminaba conciso buscando su destino que no lograba alcanzar. Sofocado su cuerpo. Dualidad y firmeza fue su proceder. Levanto la cabeza, la mirada sublime y concisa, rebuscando entre plegarias el soplo de sus miedos. Otea el horizonte buscando confianza, alguien en quien confiar. De entre las gentes que formaban la masa unos ojos lidiosos; una sábana blanca de mirada presurosa se abalanzo a su encuentro:

¡Pídeme lo que quieras! ¡Necesito tu alma! Para consolación de su última plegaria. Su corazón arde en envoltura de brasa. El fuego que le quema, se entrecruza en su dueña deambulando entre sombras. Mezclado con la Luna, el Sol y las Estrellas. El cosmos firme encuentro celeste. Sabor a cielo y tierra, de agua manantial se desprende su corazón impreciso y fugaz que le arrastra a su mar.

Antonio Molina Medina