En Orduña-Aparcó su cuerpo y su mente en la ciudad de la felicidad.

 

Orduña-Bizkaia-País Basko


“¿Para qué vivir? ¡Todo es vano! Vivir es trillar paja; vivir -es quemarse a sí mismo y, sin embargo, no calentarse. –  Y a todo el que siempre “trilla paja”, ¡cómo iba a serle lícito blasfemar del trillar! ¡A tales necios habría que amordazarles el hocico!”

Friedrich Nietzsche

 

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En Orduña-Aparcó su cuerpo y su mente en la ciudad de la felicidad.

Camino con rumbo fijo buscando el paisaje de mi infancia para dejar de caer mis sueños sin alabanza, ya que, grandioso e irresistible, será mi paso por él, porque algo de su historia se introdujo sin pereza para no desaparecer de mi mente y que mi vista lo disfrute.

 

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Los pensamientos que atraparon mi pasado y nunca lo destruyeron, son menos pesados que el aire y ligeros en la brisa, ya que la pasión los envuelve y acelera su corazón sin miedos ni hedor de alimañas dañinas que pueblen su alrededor. Las pasiones se perpetran sin odios ni falso amor ya que la tierra que lo pario se siente cual junco verde y sediento, a seguir su balanceo con la corriente de aire que despeina sus rebeldes pelos.

 

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La pasión y el amor suplieron el odio y no profanaron el lugar, solo el agua escondida. Me gustaría decirle a mi ‘Mare’ que, la teníamos debajo de los cimientos del majal; lejos quedan mis oraciones luchando por la verdad que encontré entre las nubes que bajaron a mi huerto, para crear pisadas de pies menudos y adolescentes ya que, desde el abismo de su suelo, mi alma lo recordaba, porque sigue en sus instintos con la pureza de guardar debida. El cielo nos abrió la puerta para envolverme en el rescoldo del sueño para no olvidarme de ella. Mi corazón, ya debilitado por los años, su sonido aún fortificado de miserias, se hace voceras en mi cuerpo sentenciando mi adolescencia.

 

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Los animales se elevan para ofrecerme su llanto ante tanta mente perversa y sus sonidos me siguen por los canchos de la tierra para instalarme de nuevo lejos, muy lejos de ellos. Y antes recogiendo entre mis manos los sonidos placenteros que proporcionan sus llantos, para que nunca los olvide aun después de dejar las praderas verdes y las veredas que, de vuelta, me llevan ya a mi ocaso después de placer entre murallas antiguas y letras que me enseñaron en una plácida ciudad de encanto.

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Sinovas-

Antonio Molina Medina

07.02.25