Un día, en cualquier esquina,
encontrare la luz que mueve mis pasos, la que deslumbra sin querer mis
movimientos, los senderos por donde me comunico con otras gentes, con otros
credos. Sí que es verdad que busco lo imposible y lo sé porque la vida me lo
indica. Camello jorobado, cangrejo de una pinza. Sol que aprieta sus rayos
sobre mi cuerpo acongojado.
La suerte está echada y miro
a los lados buscando esa llama que alumbre mi costado, de donde brotan surcos
de tierra, incómodos y pesados.
Arboles inciden en mi cuerpo
y no me deja mirar al horizonte, ya que lejano lo veo con una salud aterciopelada,
firme caudal de agua manantial. Vino tempranillo del año donde el caldo se hace
fuego en el paladar.
Miro sus labios y saboreo su
resplandor, capaz de sustentar a la propia muerte que aun retumba en mis oídos.
Ya sé, que el final, está cercano, ya sé que los ángeles miran para otro lado
cuando discurren a mi lado. La felicidad no está en mis manos, ya que como
mortal el tiempo se poso a mi lado y miro de soslayo para otra parte, donde de
veras se acumulan los peces el pan y la sal que deja que mi cuerpo, siga
sediento de verdades, acomodándose al curso del pasado hoy sediento de un amor desesperado,
no encuentra su sitio en su costado y aquello que desea y siente jamás lo
encontrara… ya que la corriente es más fuerte y llena de hojas que cubren las
aguas puras de mi mente. Me aferro a ellas y veo lo que un día perdí por las
veredas.
Impasible sigo caminando por
este vertedero que la vida me indica, que todo es un manjar para mi cuerpo. Algún
día será y seré mi complemento por lo que lucho y siento, y que vivo porque no
estoy muerto y quiero morque soy humano y amo porque sin amor estaría muerto.
Molina Medina