Estos
días la luna ha estado de parto.
Todos
esperaban de ella el hijo soñado
Yo
la miro y miraba, y la sentía tan cercana
que
su sonrisa plateada
me
trasporto hasta el Veleta
para
bañarme en sus aguas
del
brioso hielo, que
almacena
sus montañas.
Montañas:
unas de fuego. Otras de sombras.
Otras
de amores incandescentes
que
fluían por sus laderas y regaban la montaña.
Esa
montaña tan añosa, del color de la esperanza,
donde
soñaban los sueños y preñaban sus hamacas,
donde
los cuentos de niños se colaban en mi alma.
Donde
un día se durmió Washington y nos regalo
más
sueños, de esa montaña sagrada
con
sus cuentos de la Alhambra.
14/08/14
Antonio
Molina Medina