Brota la savia de cualquier parte del
planeta.
Te busca desde la libertad que siente
y quema.
Es un corazón latiendo con fiereza
que te atrae y de ti se apodera.
Nunca la esquives. No la desprecies aunque
te duela.
Su rescoldo alumbra en las noches
negras.
Desde lo alto, pegado a una iglesia,
la del Santo Roque me topé con ella.
Degusté su savia, me llenó de sueños y
sombras de velas
que eran provocadas por medias pequeñas,
candil diminuto
en noche de luna con brillo de estrellas
de uncidas ideas.
En una espaciosa sala de luces tenues,
una voz nos sugería
la otra cara del soñar y se colgó de
la luna; una forma de
vida nueva junto a un trocito azul
cielo que se dejo robar y
lo metió en la mochila junto al amor
de una vida.
Disertación del poeta como cortantes
cuchillas
las heridas que provocan, el interior
las sentía.
Su savia, su lucidez, la concurrencia
atraía.
En sus misteriosos ojos, las verdades
se ofrecían.
Era un hombre de letras que su verbo enarbolaba.
Sus manos entrelazadas soldaban palabras,
versos,
mencionando con acierto lo que aconteció
en el tiempo.
Sus ojos trasparentes. Su sonrisa te
atrapaba.
En una noche de lujo un regalo para
el alma
que nos hizo galopar
por caminos y cañadas, verdes pastos,
aguas claras.
Mares puros donde la luna se explayaba
plateando
Entre sus aguas. Del estrecho los barcos
se paseaban y
ella bailando entre sus aguas.
Mientras a un chaparro viejo una
hoguera le brotaba
rodeado de sus gentes. Los ancianos les
narraban,
historias de guerras pasadas.
Los troncos ardían, sus ascuas quedaban.
La universidad movía sus vidas, sin puertas
ni aldabas.
2008
Antonio Molina Medina