Son trece años disfrutando con los tañidos de tu corazón.

Lucía, tu nacimiento
Treinta de noviembre, un muy especial
Día. El nacimiento de una niña es
como si el mundo se tuviese que parar.
 
Las estrellas iluminan, propia luz.
Los planetas han dejado de rotar;
una pequeña estrella ha nacido
para orgullo de este viejo mortal.
 
La vida lo transforma todo, lo hace
más especial: ese ser tan diminuto
centellea, iluminando otra vida
que está cansada ya, de caminar.
 
Quizás este nuevo impulso
sirva a este manojo fugaz
para seguir en sus pasos
por este mundo tan irreal
 

Antonio Molina Medina

Sueños que cojo de tus manos...

Sueños que cojo de tus manos de hada mística, gnomo poético, silfo o querubín blanco como la nieve, dónde la brisa y su mensaje me rebanan el corazón. Siento un escalofrió en mi interior, algo mágico que el tiempo no dejará de recordarme que la vida es un manjar de cosas pequeñitas…, muy pequeñitas…, vistas desde la alta sierra dónde me coloco y veo a una mariposa grande y llena de colores que mueve sus alas pletórica de sueños de vida e incienso, que trato de deslizar a este corazón torpe, pero generoso, que no sabe lo que es un querer verdadero, sin intereses ni pamplinas que solo busquen darlo todo sin pensar en recompensas para su cuerpo, pero sí para su espíritu torpe y taciturno que alguien ha puesto en  primera línea de su existencia como plato único para seguir soñando que la vida es algo más que materia.
Contigo:
 
“Renace la vida
y el pasado de piedra
se hace presente
caminando en paz
entre voces y silencios
de almas cuyo nombre
queda en la memoria”

Antonio Molina Medina

Molino Pajares “Escalona”

 


 Molinos: Castillos de ensueño para los lugareños
que llevaban el trigo a moler.
Transformándolo en blanca y polvorienta harina.
Harina para nuestro pan nuestro de cada día,
pan rico pero a veces poco
para matar el hambre en nuestra infancia,
doliente, sí, pero bonita y fascinante.
Baluartes en el río de la Miel,
Wadi al-Asal, aún guardabas aquel nombre que te dieron
siglos  antes nuestros padres árabes
hondando la dulzura de tus limpias,
finas y trasparentes aguas.
 
Contra toda adversidad
sigues en pie uno y más siglos,
como fortaleza medieval,
 como centinela y ángel protector
que das a las familias de comer.
 
Pero no todos tuvieron esa misma suerte:
Molino del trueno, del Águila, Masa,
Molinilla, Molineta y Alfarache
o el molino llamado ‘de los Tomates’,
la Abundancia y el Cachorro,
el molino de El Cobre,
los molinos de San José y San Bernardo.
 
Y allá, por la otra garganta,
otros fueron condenados al olvido,
sólo quedan hoy el luto de sus ruinas
por las márgenes oscuras de los ríos.
 
Tan ilustre patrimonio cultural
se lleva los piropos de todos
los que amamos la cultura
y viviréis sin fin, perennes,
en el fondo de nuestras retinas
y en el desván de nuestros mejores recuerdos.
 
Porque os custodiaremos con nosotros,
donde moremos, con mimo,
como algo que queremos.
Porque no es bueno dilapidar
lugares que con nostalgia y fe vivimos
para la perpetuidad.

Antonio Molina Medina

LA FE

Mi cuerpo se adhirió a la nada.
La luz le abandonaba en su camino.
El agua se escondía de los ríos
por donde pasaba secando su cauce,
pero la fe que su alma profesa
le hace caminar por firmes veredas.
Su calor le provoca el sustento,
calienta su cuerpo y hace posible
el milagro del pan y los peces,
los que atrapa su esqueleto.
Cobijados sentidos.
Milagroso el sostén de su aurora,
que sin ella hoy sería
un muerto viviente
con cabeza serpiente.
Sin pena ni gloria.


Molina

"Las nueve de la noche”

Foto Aportada por: Mercedes Benítez
Eran las nueve de la noche
cuando lo sacaron de su casa.
Dos niños en la cocina
y una madre en la ventana.
La puerta se cerró tras ellos
a las nueve campanadas.
                            La muerte tocó su puerta                             
mientras la luna lo lloraba
a las nueve de la noche
donde el oxigeno falta.
Los vientos luchan entre ellos
mientras la tierra violenta
su cuerpo tragaba
a las nueve de la noche.
En la esquina de la tapia
su sombra aún lo vigilaba,
y penetraban en su cuerpo
miles de agujas y espadas.
Poco a poco se rendía
mientras las nieves eternas
se derretían hechas lágrimas.
Eran las nueve de la noche.
Cuando el silencio se encarnó en fusiles
colándose por las ventanas.
A las nueve de la noche
su corazón se paraba.
A las nueve de la noche
la muerte cumplió certera
sin repicar de campanas.
A las nueve de la noche
dejó su sangre sembrada
en el pueblo en el que nació,
pero ni su vega le lloraba.
Y no hubo enterramiento,
ni iglesia que lo guardara.
A las nueve de la noche
no hubo ataúd ni una cama.
A las nueve de la noche
su larga agonía fue desvaneciéndose
Eran las nueve de la noche…
¡Ay que malditas nueve de la noche!
Con un puñado de piedras
cerraron su noche eterna.

Antonio Molina Medina

 

MUJER

Yo me conformaría con tu mar,
con el aliento de tu boca;
gemiría entre los suspiros de tu cuerpo
y el viento de tus pestañas,
calmando la sed de mis inventos.
Color a tierra quemada.
Verde será tu ser,
verde trigo, verde rama.
Con el rubio de tu pelo
yo me haría una canasta
para llenarla de agua
del manantial de mi alma,
para así ofrecértela gustoso
desde el amanecer… al alba.

Antonio Molina Medina