ATRAPADO POR LA SONRISA DE UNA NIÑA…

En la plaza de la pedanía se palpaba el silencio. 
Sus gentes descansan, la noche los envuelve,
ha sido un día de duro trabajo en todas las viñas.
Los tractores repletos de granos de uvas
respiran el aire de la noche templada.
Ha comenzado el proceso en el que el Dios Baco
se filtra entre vid y vis y saluda a su grano negro.

Paseando por la plaza, dejando atrás el calor que proviene
del único lugar donde sus lugareños se desfogan
narrando sus vivencias, se toman sus chatos de vino,
juegan a las cartas y cuentan en corro historias de
personajes queridos que fueron dejando el paisaje.
El recuerdo prevalece entre sus gentes para regocijo
de propios y extraños.


De improviso, como un ligero chasquido, unos pasos
resuenan el pavimento. Una niña alegre, trasparente
y rebelde, menciona mi nombre acercándose al lugar:
-¡Antonio! ¿Te puedo decir una cosa? – me sugiere.
-¡Dime lo que quieras! – le digo.
-¡Me he leído ya, cuatro veces, los poemas de la Lata!
Su sonrisa me atrapa y me deja sin palabras. Sólo la miro y me sonrío.
Paladeo su sonrisa. Aparece sobre mí ese niño que merodea por mi mente ya con escarcha. Me arrastro a sus pies. Siento su calor. Se funden las miradas.
-¡Gracias! - le contesto.
Me cuesta pensar. Su llaneza me descabalga las palabras.
-¿Has leído o escuchado los poemas de Granada? – le comento.
La niña me mira con cara de incrédula y me dice:
-¡Yo no sé nada de ese libro!
- ¡Pues lo tiene tu madre! Ella me lo cogió junto con un CD musicado.
La niña me mira se sonríe y calla. Sale corriendo a buscar a su madre en la casa.
Mientras mirando hacia atrás me dice:
-¡Se lo voy a pedir a  madre en cuanto llegue!

La noche en Sinovas, nos envuelve, nos atrapa. Cae sobre sus gentes y sus casas.
Una ligera lluvia se deja caer atrasando el final de la vendimia.
Cansado de un día completo de emociones, experiencias vividas con sus gentes, dirijo mis pasos a la vieja cabaña. Mi cuerpo necesita descanso y un poco de calma.
Pero no va lento, vuela como el águila, alas de una niña me aúpan y me limpian la mente... que me rellena el alma.



Antonio Molina Medina