Como un
mendigo, sediento de cariño,
buscando un
nido donde cobijar
su alma y
depositar su cuerpo…
Así se
encuentra… perdido.
Un mundo nuevo
lleva en su corazón.
Al compás de
las letras que almacena
su mente el
calor de otros cuerpos,
cuyo aliento
denota a través de sus pasos,
sentía el
frescor de las hojas y los granos de trigo.
El aire
respirado que mana en su pradera y
la sabia del
calor renueva sus arterias.
Lo humano se
hace bíblico
entre surcos
de arado… tierra y, de un cielo
cuajado de
presentes, que se aferra a ella,
aunque los
rayos del sol le queman.
09/03/17
Antonio Molina
Medina