Aparece su
sombra envuelta en la aurora.
Incipiente y
reciproca, sustantiva y sinuosa,
nos atrapa y nos
acuna. Nos incita tortuosa
y se mece entre
líneas conscientemente efímera.
El amor y la
dicha, el cariño y el dolor
se mezclan con
la vida. Los sueños son de vida.
Se afianzas orgullosos.
Él la quiere. La adora.
Le da su
existencia montado en su corcel.
Aferrado a su
grupa la eleva por las nubes,
y sueña con ella.
La quiere con locura.
Y la pasea en su
cadera participando
de su propia
locura al mundo y su diáspora.
Receta de fetichista
que los dioses placían.
La nada les advierte.
Sólo sienten su amor.
Sus propios sentimientos
enternecen su vivir.
Plácido de amores,
sensitivo y sumiso.
Sólo con su
presencia se siente conmover.
Vive del gozo que
ella le provoca.
Los placeres del
alma,
que a su cuerpo se
aferran,
son cómplices de
coexistir,
sustantivos nacientes.
Corazón sus
latidos desfoga.
Antonio Molina
Medina