ENCARNACIÓN

En una vieja casa palacete
de ciudad añeja amurallada,
una mujer cual ángel de la guarda
se apoderó de mi mente.

El fruto de un tiempo de esperanza
que el viento me recuerda,
de forma serena y plácida, 
perpetuando lo grande de su alma…

La mano de Encarnación

hacía girar la rueda, la otra
guía las puntadas, enhebradas

en carrete, y la flor de su mirada
cuenta cosas a la gente; con la
sonrisa en los labios apacienta
su rebaño de brasas y de miseria,
ella, siempre sonriente.
Su corazón aún retumba,
con insistencia pervierte
mi mente con su constancia,
para que yo no me olvide
de Encarnación, de la Vega,
Vega de donde es mi gente.


Antonio Molina Medina