Cuando
la luz se oculta en la vida de un hombre, cuando las semillas se resisten a
brotar y pierdes la cosecha, te envuelve la tristeza, se apoderan de ti la
rabia y la osadía. Es verdad, ¿Para qué negadlo? Te conviertes en un hombre
convulsivo, intangible, sin destino, insoportablemente humano, sobrio,
candente, sumiso… e intratable. Pero, de improviso, aparece la cordura. La
ilusión no pone ni tiene freno, se solaza consentido por un corazón que se
trasforma en humano, que quiere y ama por los conductos naturales de la vida,
pero su propia utilidad depende de otra vida a la que aferrarse sin complejos,
a mar abierto, soporte las montañas, terremotos y tormentas. Sólo siente su
corazón inmensamente fuerte cuando se une a otro corazón. Entonces,
resplandecen los olivos aforados gracias a sus raíces centenarias,
milenarias, a la tierra y sus raíces Es el destino. Nada le falta. La maldad se
ausenta de su cabaña.
10/06/16
Antonio
Molina Medina