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Pastor de Sinovas. Aranda de Duero |
Paseando por
los prados y viñedos de la vieja estepa castellana, con la mirada perdida y el
corazón de alboroto, sentía en mi rostro el aire tímido, me solazaba con las
hojas de los viñedos. Palpándome el rostro con mis dedos, los flancos de mi
rostro, sintiendo una sensación tímida de humedad y a la vez, calor, ante la
contemplación de un mundo en silencio que invadía los sentidos de mi anatomía.
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Sinovas pedanía de Aranda de Duero |
Inconforme,
el camino se extiende a sus ojos. Y, a la vez, seguro y aciago para el
caminante. Agitando los brazos los que suben a las alturas buscando ese rescoldo
de luz que se cruza en su sentir. Mientras una figura se divisa en el paisaje y
se acerca y, a paso lento con su vara o cayado en su mano, y la alforja colgada
en su hombro. seguro se balancea. Es el pastor de Sinovas el que pastorea a sus
ovejas y cuyo rebaño se esparce por el barbecho vigilado por sus perros. a los
que saludo sin miedo entre el colear de sus extremidades entre algaradas
sintonías y pisadas de sus zarpas. Y, a la voz del pastor, se revuelven sin
ladrar para reagruparlas sin aspavientos.
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Sinovas pedanía de Aranda de Duero |
-Ya ves…
¡otra vez por estos campos nos volvemos a encontrar! Amigo, -le digo - Estaba caminando por estos
rastrojos y ya había observado las pisadas de pezuñas de ovejas al pasar por el
camino, antes de pasar el puente; ya desde la subida a la ermita las iba
observando y … por el puente de las vías pensé que quizás te encontraría por
este lado de Sinovas.
Me sonríe y le
da un silbido a los perros para que congreguen a sus ovejas que se estaban
esparciendo por el lado izquierdo del rastrojal.
-¿Cómo por
aquí? –me susurra-. -Tú caminando como siempre que te he visto por estos campos
y ya veo que sigues captando todo lo que se mueve y ves con tu cámara –me
comenta con una franca sonrisa.
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Sinovas pedanía de Aranda de Duero |
-Así es,
amigo –le digo-. ¡Por estos campos de la pedanía se respira y se hacen visibles
los sueños aún, despierto! Y se siente la libertad en estas praderas libres de
alambradas que nos detengan. Y sin miedos que nos inquieten los sentimientos.
Aquí, hasta los complejos los evacua nuestra mente ya que la soledad del campo
es unos de los misterios que pocos conocen.
-La otra vez que
vine me topé con las ovejas… las llevaba uno de los dueños -le digo.
-Es que
estuve malucho. –Me responde-. Tuve un pequeño accidente y me toco reposar unos
días.
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Sinovas pedanía de Aranda de Duero |
Aprovechamos
el encuentro para dejar huella de tal momento, con algunas fotos que serán el
testimonio de una vida repleta de recuerdos.
-¿Me sacas unas
fotos con los perros y el rebaño? –le susurro-
que el tiempo pasa, tiene fecha de caducidad aunque no lo veamos ni
palpemos.
-Bueno amigo,
voy a seguir mi camino, -le señalo.
-¿Para dónde
caminas ahora?
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Sinovas pedanía de Aranda de Duero |
Mi mente se rebela y se enmudece ya que la vista se posa en una pequeña bodega donde un corazón duerme. Donde se paladeaba el caldo que, unas manos aplicadas, mecían entre los ramos de uva, para formar ese caldo rojo, negro, blanco y quizás celeste, con ese amigo que se dejó la puerta abierta, para que su recuerdo prevalezca, entre los huecos debajo de su escalera, Sus botellas aún florecen junto a las cubas, donde los caldos se aúpan para que se subleve mi mente… Cruzando las vías del tren, a la entrada de la pedanía, lento y silencioso, camina su cuerpo, dentro de la oscuridad y , pertrecho de los sentidos, la noche nos aúpa y se desprenden los sueños, y vierte la luz su manto entre viñedos alegres. ¡Campos de Castilla! donde los hogares de sus gentes, las de su pedanía, aún desde la lejanía se sienten sus latidos de su calor .
25.04.21
Antonio Molina Medina