PUREZA



La parva reseca envuelve sus cuerpos.
Mirando hacia el cielo la noche serena.
Ella le contempla, sus ojos se cruzan
les recubre el manto, sus risas se acercan.
Se miran. Sonríen. Se envuelven. Se mecen.
Juntando sus manos sus dedos se aferran.
Susurro sus voces. Los dos se aproximan.
Se buscan sus bocas. El calor les urge.

Sus cuerpos arcilla. Él palpa su piel
contorsión de cuerpos. Truenan los suspiros.
Cuerpos sudorosos. Cuerpos que se añoran.
Yacen bajo las estrellas de la vieja bóveda
Que el cielo refleja, les mira el azul y
a los dos suscita risas placenteras.
Desliza sus dedos encuentra sus senos.
Sus pezones duros, de areolas envueltos.

Él hurga en la herida que ella le ofrece.
Desliza sus pasos al monte de Venus
cede suavemente a su presión, le engulle.
Los jugos rebosan, la pasión les crece.
Ella se complace en recorre su cuerpo.
El a ella se ofrece. Se estudian, se observan.
Se comen. Se beben. Les corren las lágrimas.

Le brinda su cueva. Le invita. Le quema.
Se funden en un solo juego sin palabras.
Sienten el calor, que la cueva emana.
Los dos bien seguros arrullados de agua.
Las estrellas ríen, con voz luminosa
los cuerpos se abrazan y luego se añoran
Explosión sin nombre. La paz añorada.
Antonio Molina Medina
03.08.20