SU ESPLENDOR


La contempla entre cristales. La espuma blanquecina cubre sus pestañas. Mientras, el agua rodaba cual torrente por su cuerpo de diva, abrazándolo. Como un ser diminuto se coló en su bañera, y la miraba en el reflejo de las baldosas. Temblaba. Sus ojos se llenaban de lágrimas de escarcha. Su melena brillaba y su largor asombraba. Ella sólo sonríe convirtiendo su pelo en dos trenzas que se deslizaban hambrientas por su anatomía de maga. Se aferró cual liana y trepando por sus columnas, recorriendo montañas, se resbaló por ellas a cintura orada. Escalando se acurrucó en su nuca, para deslizarse por frente y pestañas. Sus ojos relucían como luceros al alba, dos olivas muy negras las pestañas bañaban. Su nariz respingona daba paso a sus grutas. Su alma desganada, seguía viviendo momentos esperanza. 
Tropezó con sus labios de rojo purpúreo, y le mostró la entrada a su caudal de vida de pedrería de nácar: su lengua. Lento, se descolgaba su barbilla. Le atrapa y su cuello y sus hombros dan reposo al guerrero que convulsiona su cuerpo, mientras lentamente su ombligo le observa con risa complaciente. Su corazón se agita. Redoblan los tambores.

Las lianas de pelo esponjoso, se descuelgan al bosque que resguarda la gruta, donde mana la vida los sueños y la gloria. Sus jugos le aprisionan. Se precipitó, y agitado, con un beso en sus labios seguirá su camino por columnas de mármol hasta pies junto a dedos que soportan las plantas a una mujer de ojos negros, de belleza sin mancha. Corazón… corazón… con el que tanto amas.

06/05/16
Antonio Molina Medina