Hola mujer… amiga mía.

No hay tiempo para la oscuridad, ni miedos que atormenten mi alma. Mi cuerpo esta espolvoreado de sustancias, algunas tuyas, otras de materia incontrolada donde el fuego de los sentidos están siempre presentes en los placeres del alma. Me acurruco en tu costado buscando, buscándote con pasos serenos por cañadas, caminos de cabras, de mulos, de bestias ... Cuyos nombres no nos dicen nada ya que son seres que caminan al lado de otros que matan e hieren, y que hacen daño queriendo hacerlo! y que se jactan de ser lucidos patriotas; seres inútiles, que encoban a los incultos por unas miserables Pesetas de antaño.
Hoy la furia de las olas inunda  mi cabaña y hace posible que mi cuerpo se agite como un cóctel de sangre hoy ya desfogada. Las luces de la ciudad se apagan y se dejan mecer por la luz de tus versos, por el soplo teñido de sueños y esperanzas.
Cruzo la plaza y tropiezo en los escalones del tiempo que me indican donde estoy posando mis pies y mis pensamientos. Mis deudores pensamientos se hacen fluidos y matizan mi existencia. Por eso camino y me hago de sonrisa y lucidez desde que mis pasos siguen tu camino, secundan el reguero de pasos añosos buscando los tuyos.

Cruje la madera cuando poso mis pies por mi alcoba y sonrío y pienso en las losas de piedra y barro que poblaban mi choza cuando era un niño. Mi voz se rebela y el cuerpo se queja de que mi mente le azuce, sin darse cuenta que la vejez no se detiene con el tiempo.
Cargado de años mi mente me implora, me agita por dentro como una señora. Yo solo sonrío y casi me río, porque la comprendo y me siento útil solo con pensar que sigues ahí, mi querida amiga. Mis sueños, mi aliento, mi juventud perdida en aquellos tiempos, donde la maldad se posó en mi cuerpo ( la posaron mentes podridas de incienso)
25/02/17

Antonio Molina Medina