LA PALABRA


Qué difícil es vivir sin ilusiones, sin nada que llevarte a la mente. Sin un ¡te quiero! que resuene en su vida, sin un ¡te necesito mi alma! Parece cursilería. Quizás los libros de caballería, de hidalgos y de cuentos de hadas, le estén provocando la locura.

No soporta la rutina. Es difícil vivir en ella, hacer las cosas mecánicamente, porque hay que hacerlas. Sin más. Se siente ahuecó por dentro. Muerto y se revela. Sabe que es tarde. El peso de la losa es grande y pesada. Solo le queda la palabra. Que razón llevaba Blas de Otero. Sólo le queda la palabra que surcan en el aire a trabes de la distancia inundando su alma.

 

A veces unas palabras. Un rato de conversación te libera tu interior y te quedas atrapado de la persona que amas, porque en esas palabras has dejado escritas un retazo de tu vida y te llevas los ojos de la amada junto al roce de sus labios y su cara. Recuerdos imborrables que se mantienen por su limpieza y su calma. Con ella alimenta su vida que creía terminada. Realidad que forma parte de muchos seres, de aquellos que aun sienten que la vida les corre por dentro, por todo su interior. Hay tanto muerto viviente que le ahoga la sensación que brota de su calma, rompiendo los muros de la nada.

Antonio Molina