Transitaba por la playa
solitaria.
Sin pensamientos. Sin nada.
Sin nada que llevarme a la
mente.
Solapada encontré tu cara.
Brotó de la alborada
mezclada con arena
y el verde de sus aguas.
Espuma briosa y muy
perfumada.
De ella brotó tu rostro,
resplandeció tu cara
y la sonrisa que de ella
bramaba.
Golpeando el yunque
saltó la chispa,
brotó la llamarada
incombustible de tu hermosura
hembra sagrada.
Brillan tus ojos,
me alegran el alma,
calman mi aliento
desde el amanecer hasta el
ocaso,
mujer sublime,
mujer amada.
Mis pasos lentos
recorrían la arena.
Vi tu figura. Seguí tu
rastro.
Me pedían que me acercara.
Mientras corría tras tu
figura
más se alejaba, se disipaba
dejando un rastro
muy perfumado
que con avidez
inhalaba,
que en mi interior
yo acomodaba.
Antonio Molina Medina