SANTUARIO


Solitario y tardío busca ansiado su razón de vivir. Los sueños le aturdieron, y su envoltorio cubrió hasta su proceder.

Un rosario de auroras, de rosas, en su mano le perfora la piel. Sangre roja reproduce su herida cual fiel compañera que no supo curar. Le acompaña en su andar. Abandonó su cuerpo y se dejó sorprender sin causa y sin piedad. Larga fue su batalla. Persistente su lucha, que no termina mientras siga la siega y broten las semillas del trigo, la cebada, la avena sus hendijas. Ciclos de dualidades reverdecen su piel. La cruzada final lejana montería.

En una caja de cristal una llave refleja una diminuta puerta del corazón al mar. Aún conserva su habita pertrecha de ilusiones. La lluvia ya no cesa ni quiere naufragar. El carro con su cuerpo se aleja y se aleja… Él, la mira, los mira con mirada serena sin altivez, sin tardanza. Por el surco les lleva a su principio y final.

Antonio Molina Medina