Renovaba las
letras del pergamino añejo
el lápiz de
madera trucada entre sus manos
animaba al
grafito a soñar en papel.
Su mano firme
presiona el cuché
corazón
caliente y mente sin pez.
Latidos
remueves tic-tac o tac-tic
ríen
manantiales sobre ese tapiz,
que ahora es un
columpio que se balancea
y salta a la
comba como un aprendiz.
Las letras, se
abrazan, se estiran, se besan
son una pavesa
de alma mineral.
Piensa en
estrella, y dibuja raudo
les mira la
luna y, comprende celosa
que las letras
duermen sensibles, calmadas
todas enlazadas
en su ya gastada punta mineral.
Antonio Molina