MADRE



Te sigo buscando en la inmensidad del vacío de tu silencio.

Lejos de tu verdad en plena vida… ¡tu vida!

La que nunca viviste, comida por tu tristeza.

 

La que comenzó a retoñar día tras día... mes a mes...

Años tras año... Desde tu nacimiento.

Caminaste a paso lento, sin juventud ni niñez.

¡Te las robaron gente de tu propia sangre!

 

Te vi caminar por las trochas y veredas, entre zarzas y maleza.

Y caminando a paso lento, por las baldosas de la ciudad.

Las calles te acompañaban en tus penas.

Las que acudieron en tu noche negra, muy negra,

y sin posibilidad de que tu vida cambiara.

 


Caminé a tu lado, quizás con pereza,
ya que tú te esforzaste
en esa ropita que Tu nos comprabas, 
dejando tu cuerpo repleto de harapos,
que te humillaban ante una sociedad
que no ha cambiado. 
 
Que, hasta la educación que nos ofrecían
formaba parte de tal desastre, 
donde una sociedad corrompida
te trataba de tal forma que,
deseábamos… apartarnos de tu lado.
 
Cuando lo que tú nos dabas era lo poco que tenías,
quitándoselo tú, para que no pasemos ni hambre ni frío,
dentro de tu soledad, entristecida por la pena que te ahogaba.
 
Hoy la vida y tu recuerdo nos enseña, que ese dios
que dicen te recogería, se olvidó de este mundo.
 
Porque tú viviste en tu infierno y el cielo te dio
la espalda, junto a los muertos que dejaste atrapados

en las cunetas y la tierra quemada, hoy olvidados...

19.11.19

Antonio Molina Medina