EL GARBANZO NEGRO

  

Sinovas Aranda de Duero- Castilla y León

-Don Antonio se ha enterado. En efecto, del profundo divorcio que existe entre el campo y la ciudad. “Siempre que trato con hombres del campo, pienso en lo mucho que ellos saben y nosotros ignoramos y en lo poco que a ellos importa conocer cuánto nosotros sabemos”.

Sinovas Aranda de Duero- Castilla y León

 Mientras el crepúsculo sigue percutiendo en mis sentidos: Todo es viril y cierto, ya que la mentira es muy ancha y poco transitable, porque tiene poco recorrido: De muy niño, montado en mi alazán blanco (de mi primo Paco) me sentía poderoso, pero indefenso ante las caídas de tan alto trapío por mi menguada figura.

Pero vivía muy cerca de las estrellas… ¡muy cerquita del cielo! al fondo de la sierra, desde donde se vislumbraban las aguas del estrecho y las costas de África (sin niebla).

Hasta que me arrojaron del propio cielo azul y verde donde el jugoso olor a tierra y veredas, y seres antiguos nos enderezaban con el trabajo de la tierra.

 

Sinovas Aranda de Duero- Castilla y León

Un año de bendiciones, mientras mi padre sembraba el majal de garbanzos, me encontré con un par de garbanzos negros y acudí a mi madre a enseñárselos y ella me sonreía y me dio una idea que puse en la práctica: en el jardín antes de pisar la tierra fértil de la finca, había un pequeño terreno donde cultivaba mi madre las flores el tomillo, el romero, la yerbabuena y las calas… Hice un hoyo en la tierra e introduje los garbanzos; a partir de ese momento, con mis primeros cinco años, ya tenía mi cometido, regar el hoyo y esperar a que se produjera el milagro del nacimiento y el florecer de la mata de garbanzos.

 

Sinovas Aranda de Duero- Castilla y León


Y apareció en su tiempo, y crecía y crecía, y se desarrollaban los tallos y el fruto entre las hojas verdes, muy verdes; y aparecieron las cápsulas donde guardaba su fruto el que se hacían cada vez más grande… hasta que llegó el tiempo de la recogida. Con mi padre y mi madre a mi lado, mirándome con una sonrisa maravillosa, cogí las capsulas y al romperlas mis ojos temblaron de emoción ya que eran garbanzos negros los que salían, algo inimaginable para la mente de un niño. Mientras sus padres y algún familiar arrancaban lo sembrado en el majal... los garbanzos,  comida que formaba parte de los alimentos que la tierra nos daba para el año.         

El Cobre Algeciras Andalucía 


15.08.23

Antonio Molina Medina