El reloj repica, clin clin clin clin, las horas certero
Del corazón le brincan sonidos
Que estimulan su alma, pensando sereno
vuela del lecho al prado, se instala en el cielo.
El frío no los detiene. Los mantiene cálidos
Hálito de labios envuelto en harina
Pan añejo y café de pasas, contempla
Su nido, repleto de paja de granos de estrella.
Mastica ese pan, que sabe a canela
El fuego calienta y cierra sus ojos
Por los olivares pasea con ella
Sombras que se mutan, el sol ilumina
Resquicios, rincones aún no consumidos.
Antonio Molina