CON LOS RECUERDOS DE UN ANCIANO

 

Chorrosquina. El Cobre. Algeciras.

Dejas pasar el tiempo, pero la mirada se ofusca y se desvela cuando la brisa de los olivos y el corcho de los chaparros se interponen entre tus pensamientos, que han cocido a fuego lento el paisaje de existencia, el cual  aflora lo indestructible con la fuerza que le dejaste al nacer. La fuerza de tus dedos, que aprietan sus yemas, dejan marcadas las letras de tus palabras, llevada por los luceros que por tus ojos penetran, transitando por las estrechas veredas, en una tarde calurosa de recuerdos.


Dejas atrás tuyo las vías del tren, el que me transportó desde la lejanía, y caminas por senderos de cabras y animales que pueblan la Cañada de los Tomates. El río de la Miel se cuela por debajo del puente de las vías respetando a las lavanderas que, junto a la fuente de agua manantial, se deja fluir para ellas; sus pasos se detienen en una angarilla, entre paredes de piedras antiguas que soportan los secos espinos de púas o majoletos, protección a la finca. Liberas la puerta levantando su cerradura:  un alambre que desprendemos del soporte de madera, para pasar a la morada… un efusivo abrazo que lleva implicado un potente beso alado a la figura de un solitario anciano que te sale a recibir.

Cañada Rosal. Sevilla


Son días de relax y concordia los que proporcionas a tu cuerpo para hacer compañía a este anciano solitario y pletórico de vida, al que cuidabas en los días de descanso de su transitar por su tierra.

En una amplia cocina, tres seres se reencuentran tras meses sin verse mientras estaba sentado en un sillón de mimbre con un libro entre sus manos y cercano a la lumbre de su chimenea. Y mientras leo, levanto la cabeza del libro ya que escucho al anciano que se afana en contarle historias de guerras pasadas; e historias que no conoce, y que, quizá, ya a nadie interesen. Y lo escucho, y sonrío mirando el brillo de esos ojos que bien conozco, pues son miradas añejas, la suya igualita que la de mi madre, por ser hermanos carnales. La capacidad de mantener los recuerdos es algo inigualable, ya que ha traspasado la barrera de los 90 años vividos.

 

Sinovas. Aranda de Duero.

- Mira lo que te voy a contar - me susurra: Ha pasado mucho tiempo desde que yo trabajaba en la construcción del ferrocarril, este que pasa por ahí delante. Y una vez venía yo muy cansado y me dijo la señora que tenía que llevar a la marrana a lo de Baltasar, para que la pisara el marrano, y yo no quería hacerlo. Cogí a la marrana y me fui con ella por la orilla del río y cuando me pareció, me senté al fresco en una loza en el chaparro -los asientos- mientras el animal pastaba y después de un buen rato fui y me di la vuelta y le dije a mi mujer que ya estaba hecho. Tocaba esperar. Y claro, ese año no tuvo crías.

 

Chorosquina. El Cobre. Algeciras

Le decía ella: -¿Qué pasa con la cerda que no engorda?

Y él le decía: -pues, ¡qué le vamos a hacer! -Mala suerte.

- Yo se lo conté a Baltasar y nos reíamos…

- ¡Ya te vale abuelo!, -me decía él.

-Este año te has quedado sin crías, -me decía de mal humor...

 

Los troncos de leña arden con fuerza en su fuego bajo, y las ascuas enrojecidas crujen salpicando chispitas que llegan hasta mis pies, calentando la estancia.

 

- Necesitamos más leña abuelo, ya nos queda poca en el rincón de la cocina - le indicamos.

- Tranquilos - responde - Voy a la parte de atrás del huerto, que está repleta de leña cortada. - nos señala.

-No abuelo, ya voy yo. O que vaya este zagalillo que nos acompaña (mi hijo pequeño, que me acompañaba) -le indico.

Como un rayo, el zagalillo acelera sus pasos hacia la leñera del huerto y, al poco rato, nos trae una carga de leña que casi no podía con ella.  

- Me he acercado al canal de agua que sale del molino y va con mucha fuerza. -Nos indica el zagalillo.

-Será que el molino está soltando agua - nos contesta el abuelo, ya que la finca colinda con el molino de los Tomates, que está muy cerquita del río de la Miel, como así la finca del abuelo.  

 

Cañada Rosal. Sevilla

Repleta de nuevo de leña, comienzan las llamas a subir por la chimenea, junto al humo que sale por su tronera. Crujen los troncos de leña y vuelven, de nuevo, los cascotes de leña se enrojecen  enfurecida con su cuerpo refulgente por la calor del fuego.

El abuelo, sentado a nuestro lado con su callado entre sus manos, golpea en silencio las losas del suelo y el zagalillo no aparta la vista del ardoroso fuego, en el que posa su mirada viendo cómo se quema la leña. Lentamente pasan las hojas del libro leídas que, ya degustadas, se dejan reposar. Lugar aislado del mundo del ruido y la maldad!...

Se repone mi mente de antaño y mi alma vuela en libertad.

Antonio Molina Medina

24.07.20

 

Sinovas. Aranda de Duero.

Labios que se apropian de las palabras

cuya lengua dirige, y se hacen plegaria

encandilando la tarde, y dejando la noche,

que descanse entre las sábanas blancas

y acicaladas de las sombras de la luna

que, pletórica de sustancias, deja tu sombra

entre súplicas de nuestros sentimientos

que se embravecen con sus plegarias.

a.m.m.

19.07.20