¿ES POSIBLE EL AMOR?


Esta oración ya no tiene consistencia.

Quizás esta plegaria se haya muerto

apagando su luz con el paso del tiempo.

Se difuminó pero el mundo gira y gira

y te reencuentras en cualquier momento

con el amor mezclado entre la bruma oculto,

y que no se encuentra muerto.

 

—Mamá, ¿dónde está papá? ¿Por que no viene?

Un niño de corta edad, cuya tristeza se refleja

en su rostro agobiado y acongojado,

se define rodeando con sus brazos

el cuello de su madre, acurrucándose en su regazo.

 

En un asiento de un tren de cercanías

una madre aprieta contra su pecho

el producto de un amor marchito,

el fruto de su unión;

sus ojos ausentes denotan tristeza.

En el semblante del niño

el miedo, la incomprensión

en su edad temprana y tierna,

por la intransigencia de sus progenitores

 

Lentamente el tren se acerca a su destino

donde una madre anónima consuela a su retoño

oprimiéndolo contra su pecho herido,

diciéndole que dentro de unos días,

podrá volver a ver a su padre en la ciudad.

 

Triste destino el de una flor que espera florecer

por la ceguera de aquellos

que le dieron con amor la vida,

por lo difícil de la convivencia

y de lo poco que nos soportamos los seres vivos.

 

Los niños, una vez más, son los más débiles;

los daños colaterales de todas las contiendas

que no entienden de luchas inquisitivas

entre un padre y una madre que ya no se acuerdan

del amor que un día acaeció en su existencia.

 

¡Dios! ¿Por qué tanta agonía?

La angustia se apodera de mi alma,

me aprisiona el pecho y

acelera mi corazón;

no puedo comprender tal desatino,

el dolor me quema por dentro.

 

La congoja me oprime la garganta,

brotando de mis ojos una lágrima

que lentamente resbala por mi rostro.

 

¡Dios! Mi mente no razona,

no entiende ni comprende

el por qué un niño tan tierno

al comienzo de su corta andadura

como un cachorro de león rugiente,

debe sufrir tal desamor, tanta locura;

la de un mundo que nos lleva hacia el abismo.

 

Una vez más, nos falla la palabra.

Un niño ha clavado la punta de su arado

en lo más profundo de mi pecho

para seguir manteniendo vivas las semillas

y que sigan brotando mis recuerdos.

 

Iluminado por la llama de un pájaro roto,

que no logra comprender lo que le pasa

en los albores de su edad primera, cuando

el amor es el primer alimento en nuestras vidas.

Antonio Molina Medina