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Caminos de Hierro |
Caminaba
sin rumbo y con aspavientos por los senderos de su vida y seguía aún sin sueños
que alterarán el final de sus días, pero siente en su cuerpo ese vibrar que de
su boca fluía al hablar de su poesía… Quizá sea el renacimiento de esa otra
vida transcurrida que no conocía cuando, de niño, caminaba por los campos y
bordeaba las sierras detrás de los animales, buscando para ellos esa jugosa
hierba que los alimentaba, para darnos la leche y el queso que derivan de
ellos. Y él creía que era una juventud perdida, pero descubrió los
momentos donde la naturaleza se aferraba a su vida, a su cuerpo y dejó explorar
ese alma nativa. Nunca pensé que los años le llevarían a su madurez… su vejez.
Hoy, esa experiencia tira de su cuerpo y su mente se solaza y de nuevo con la
yunta de bueyes; tira de su cuerpo, aun sin el carro cuyos ejes
dejan de chirriar; aun sin las gotas de aceite para que no cruja toda su
estructura.
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Valle de Orduña-Bizkaia |
Quizá sean las Junto a su alma que, libre de pólvora dañina, cuyo hedor le adormeció, embruteciendo sus sentidos, quedó en cartuchos de silencio entre los surcos de la ira.
Su
cambio se perfila entre sus propios fracasos, donde todo se convierte en nuevas
alegrías, de canciones nuevas con música tenue de cuerdas de guitarras y
sonidos que diluye en una caja de música. Esta dama florida le aclara el
camino, le marca los pasos que antes se le escondían.
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Sinovas Aranda de Duero |
Y el pasado envuelto, ya sin ira, vuelve sonriéndole protegido en su aliento que a sus dedos le ofrecen. Esa voz que no sentía, que entre sus guerras y derrotas se fusionan, sin furia, junto al orgullo que se diluye dentro de su alma, antes de la sequía, ya que la vejez se le cuela como un zarpazo, cuyas garras limpiaron su cerebro entre cánticos de caminos nuevos, aunque sigan estando en ellos… las fatales espinas… que siguen escribiendo, sin saberlo, sus propios sentimientos, los que le incitan. Y él se deja aferrar, ya que desde la libertad donde hoy reposa su cerebro respiran las cuartillas emborronadas aún y antaño piedras y tablillas, repletas de letras antiguas, que atraparon para nosotros y poder gozar de la escritura.
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Getares Algeciras |
A
la sazón se refleja en el espejo y su rostro, cansino y agrietado, no lo
reconoce. Pero sus sentidos, cada día más repartidos por toda su anatomía, se
desfogan a través de sus dedos, entre versos y estrofas dejando al descubierto
parte de su propia historia junto a los cánticos, a la sombra de fornidos
olivos chaparros y robles los que con sus verdes hojas, le marcan el nuevo
camino; junto a las cepas de brotes de vino, el que generan el caldo que brota de sus racimos
cual alegría para el corazón manteniendo el recuerdo de aquellos que un día le
enseñaron a brindar por la tierra y compartir sus propias vidas.
18.01.21
Antonio Molina Medina