OCURRIÓ EN SU HUERTA… SU GRANADA

Era un dieciocho de julio, el año ya no le importaba.
Se le vio caminar entre niños y en su casa. La que
emanaban de su rostro. 
Tras el tiempo transcurrido nada cambió:
su mirada, aún mira.

La morada y sus aledaños eran fiesta aquel día
los títeres y la luna por los olivos brillaban;
las olivas escanciaban verde líquido divino:
Su verdadero querer, así nos lo dejo escrito.
El niño volvió a brotar, de lo más hondo de los suspiros.
Las alegrías eran suyas. Los chillidos, sus deseos revividos.
Fue una tarde de ensueño. Los pájaros, extrañados,
dejaron paso al momento. Él se sentaba en el suelo
buscando encontrar un hueco para disfrutar los
títeres que llegaron a su pueblo.


Se transformó en lo que era: en el niño que soñaba.
Sentía su corazón como una noche muy clara.
El querer, la inquietud, se mezclaban en su cara.
Mientras los niños lo aclaman, él se eleva a su cielo
y surgen sus versos rimeros de su boca y de su pelo.
La gente se apelotona, llenaba ‘to’ los eventos
que en su Huerta celebraban.  Mientras,
los contemplaba meciéndolos en el tiempo,
con desparpajo y acierto.



Viví el mejor de los momentos:
Se desplomó el hombre viejo, se hizo niño con ellos
desde el suelo con sus risas, sus quimeras y sus miedos
se sentían los latidos de corazones primeros,
jugosos, tiernos, sinceros…

Y dicen que lo mataron para borrar su recuerdo.
Sin contar ellos que, de los dioses, no se apartan
con la muerte sus recuerdos.
Está más vivo que nunca.
Ya es mucho más que un recuerdo.


Es una leyenda viva que se ha encarnado en el pueblo.
Se sentía la tristeza que desahogamos en silencio.
Tener que dejar, su Huerta y sus recuerdos....
¡Su Granada!
Y la tierra donde nos parieron.
18/07/16

Antonio Molina Medina