LA CASA DE LOS SUEÑOS


Acudí a su estancia a abrigarme.
 Sus paredes lucían añejos recuerdos
 dónde voces sosegadas y pertrechas de oídos
 me atrapaban mientras la candela,
 colmada de troncos, ardía lentamente,
 brotando de ellos lenguas de fuego
 de color azul cielo.
 El calor se esparcía por toda la estancia.
 Mientras nuestros cuerpos se posaban en la tarima
 entre oleadas de versos y notas finas,
 la añeja guitarra se desperezaba
 viviendo, soñando recuerdos de pasados tiempos
 que nos atrapaban entre nubes blancas
 por las que caminaban corazones,
 pechos uncidos entre ríos de agua.
 Zumbaban las abejas y de sus patitas
 se esparcía la miel.
 Las leguas de fuego calientan nuestra alma.
 La luz nos despunta la mente y hace posible
 que el silbido de las palabras se introduzca
 cual mordaces cuchillos en nuestros corazones,
 sin resquebrajarse…
Elevándose…
Ensalzándose…

 

Antonio Molina