CABALLO Y JINETE

 

Majal Alto. Chorrosquina. El Cobre. Algeciras

El jinete llevaba unas semanas que andaba trasteando al animal y éste, se resistía, no solo a que le colocaran el bocado dentro de su boca con sus correas para dirigirlo mientras galopaba, también era imposible ponerle la silla de montar. Pero algún día tenía que ser, ya que la pericia y el tesón de su dueño no tenía límites y todo lo que se le cruzaba difícil, con más tesón lo intentaba hasta que lo conseguía.

 Una tarde en la Era el trillo daba vueltas por la parva, cortando las gavillas esparcidas por el pavimento seco y duro de su Era y mientras la pareja de caballos del cortijo patean la cosecha con sus cascos relucientes, tirando del trillo cuyas cuchillas cortan la paja mientras, un campesino desde el centro de la era, con la correa entre las manos controlaba a los animales dando vueltas al compás de las bestias.

La claridad estaba dando sus últimos coletazos, los rayos del sol que les calentaba estaban al borde de las lomas de la sierra y la oscuridad daba paso tímidamente en la Vega.

Parque de los Alcornocales. El Cobre. Algeciras

 
El sol se agitaba  con furia del seno entre las nubes brotando su brioso azul que nos ilumina sujetando la claridad ante la sombra la que nos acecha sin tregua cada día, los hombres dan de mano de su tarea y se proveen de un descanso bien ganado, lo mismo que a las bestias las que son despojadas de las correas que las unían al trillo y las  soltaban por el verde de la ladera.

 El grupo de jornaleros se reagrupan para echarse un cigarrillo, sacando sus petacas y paquetes de picadura de tabaco de Gibraltar y un librillo de papel- zis-zas- sujetando con una mano su papel y con la otra desparraman el tabaco sobre el papel para envolverlo cuidadosamente e incidir con la lengua en sus bordes después de conseguir con mucha pericia la figura de un espléndido cigarrillo  que encienden con un mechero (artilugio de hierro y una mecha ,y con un departamento donde una piedra al roce de su rueda  que con su dedo gordo presionaban hasta conseguir unas ligeras chispas que se insertan en la mecha y con un soplido que sale de sus pulmones brota la brasa con la que encienden sus cigarrillos).

Sus charlas son amenas, y para los niños son un deleite para los sentidos: se depositan, sin perjuicios, en sus menudas y ansiadas mentes, que ellos ya están comenzando a rellenar con palabras, esos recuerdos tan sabrosos que siempre permanecen entre los cimientos de sus mentes.  

 

Parque de los Alcornocales. El Cobre. Alg...

De entre los mozos surge una joven y altiva figura que hizo mella en la Comarca y pregunta:

- El caballo que ando domando, ¿por dónde anda? 

- Está por la parte arriba cerca del Chorro - le indican.

- Juan, por favor,  sube a por él y lo bajas, está trabado... Ten cuidadito, que ya sabes cómo es; tiene una soga amarrada a el pescuezo.

Juan sube la cuestecilla y se encuentra con el animal trabado de sus patas delanteras, mordisqueando la fresca yerba por el regajo de las sobras del agua que se escapa de la pila del Chorro. Al estar trabado, se pudo acercar, le acarició el cuello muy despacio ya que el animal lo miraba con desconfianza, le quitó la traba de sus patas delanteras, ( antes ya tenía en su mano la soga que tenía en su cuello), la soltó y arreó al animal  que se detuvo al llegar a la Era, donde le esperaba su dueño y domador.

 

Río de la Miel. El Cobre. Algeciras

El fiero caballo con algún que otro relincho y  levantando las patas delanteras le hizo frente a su dueño pero este, ya sabía cómo se  las gastaba el caballo y, con una sonrisa en su cara y los ojos fijos en los del animal, se fue acercando hablando muy lentamente palabras indescifrables... y se fue acercando, recogiendo la soga de su cuello, acaricio su cuerpo y el animal no paraba de temblar y de soplar con fuerza y con furia.

- ¡Apartaros un poco! -  Les decía su dueño

-¡Que lo tengo a punto de su doma! -les señalaba.

Ya son las dos os las que posaban en el caballo, las que acariciaban su cuerpo entre suaves susurros y palabras templadas y sibilinas, de su boca brotaba ese silbido amoroso que el animal comprendía; después de muchos tira y afloja incluso con más de una vez poner al jinete en el suelo cuando saltaba sobre él creyéndolo ya domado; esta vez las caricias y silbidos prometían su bien hacer.

El negro y brillante pelaje de su cuerpo de vez en cuando temblaba e intentaba soltarse de su dueño, saltando con sus cuatro patas pero el jinete dejaba que se destensara la cuerda y el animal cedía y se calmaba. Fue una limpia pelea entre el jinete y el caballo, pero el cariño y los susurros pudieron calmar al animal.

La Era quedó sin personas…  se habían alejado por prudencia dejando solo al caballo y su jinete y este le puso una manta y con una mano la deslizaba por el lomo del caballo y sus temblores poco a poco se detuvieron y su resoplar fue bajando de intensidad, le dio una vueltas al trote mientras le silbaba por el borde de la era y, ya más tranquilo, fue recogiendo la soga que le unía a su brazo, pasando de un lado a otro caminando y resoplando hasta llegar a su dueño.

 

El Cobre. Algeciras

Aún le quedaba lo más duro para conseguir poner: la 'cerreta' o bocado y la silla.  

Muy lentamente le acerca la 'cerreta' con sus artilugios de hierro y correas de cuero, los desliza muy lentamente por su cuello y a la vez el animal comenzó otro vez a dar saltos y relinchos que el jinete,  ya bien preparado, vence esas acometidas del animal, su animoso jinete le deja que se desfogue y continua con los mismos movimientos unas cuantas veces hasta que lo consigue… ya cansado el animal le abrió la boca para introducir el hierro para la lengua, y las correas cubrieron su cabeza dejando en su cuello las correas con las que dirigiría  sus movimientos.

 

Le dio unas vueltas al trote por la explanada y seguidamente lo detuvo. Y con una manta volvió a trastear por sus lomos preparándose para colocar la silla …   La cosa se complicaba más y aquí era donde el jinete tenía que estar ya metido en la mente del animal para que soportara por primera vez un cuerpo extraño para él, como era la silla y el roce de los estribos (que eran de hierro) donde el jinete colocaba sus botas. Ya con la manta puesta para evitar roces en su piel, amarró con la soga al caballo de un árbol cercano y se dispuso a ponerle la silla en sus lomos. Lo intentó varias veces pero el caballo saltaba con las patas traseras arrojando su extraña carga entre los temblores de su cuerpo, pero el jinete ya sabía que le tenía ganada la partida al animal y, por fin, puso la silla en sus lomos y muy lentamente, con palabras muy cariñosas y caricias más bien con sentimiento, dejó caer de la silla el estribo, rozándose muy suavemente en su costado, con lo que el animal no estaba aún conforme, ya que temblaba y alborota con fuertes y atronados relinchos, volviendo a arrojar la silla un par de veces más hasta que por fin, la silla fue colocada y consiguiendo sujetar pasándole la correa por su vientre para  apretar la silla de montar…Sin más, intentó subirse al caballo y en su primer intento le costó otro golpe en el suelo, aunque ya sabía cómo caer en estas situaciones ya que era un experto domador…

 

Orduña Bizkaia

 Amaneció un día más y los campesinos volvieron a las tareas de la trilla y ya al atardecer, recogida la parva, se pusieron a aventar el montón hecho y el viento, que sonaba grave, trémulo, proviniendo de Levante, era propicio para dicha faena. Uno por cada punta del montón de la mies, con las horcas de madera, elevaban el grano y la paja que caían por su peso; el grano caía precipitadamente y la paja volaba a su lado derecho al borde del montón del grano, formando un montículo o pequeño cerro, para luego empaquetar en alpacas con  la paja para dar alimento al ganado.

El trigo, ya medido por fanegas lo iban introduciendo en sacos de veinticinco kilos y de cincuenta kilos para su transporte a los molinos ubicados en los aledaños del río de la Miel.

Se echó la tarde en la colina y dieron de mano los campesinos, y el jinete miraba para todos lados buscando su caballo y no lo percibía su vista y preguntó a los campesinos:

 -¿Sabéis dónde puede estar el caballo que ya lo tengo casi domado y no lo veo por aquí?

 - ¡Sí! -le contestaron. -Está a la parte de abajo del Chorro, en el regajo comiendo el verde pasto.

 -Anda, Juan ,que tú ya lo trasteas …   Vete a por él, le sueltas la traba y me lo traes.

Tertanga. Álava

El caballo lo olfateaba y sus ojos no dejaban de mirarlo, ya que había levantado la cabeza y dejó hasta de masticar el pasto; Juan se acercó al animal -sin perderle la cara- y lo acaricio y al caballo aun le salían resoplidos y aspavientos con su cabeza. Lo destrabo y lo cogió de la soga que tenía en su cuello, lo acercó a la Era y su dueño lo cogió y con mucho mimo, lo acariciaba y le hablaba en su oreja mientras lo palmeaba en el cuello con su mano derecha.

Los compañeros de trabajo lo dejaron solo con el animal y comenzó de nuevo la última parte de la doma: El bocado lo aceptaba, el animal resopló molesto por ese cuerpo extraño que no se acostumbraba a tener en su boca y cabeza, pero cuando intento ponerle la silla el animal insistía en rechazarla con algún que otro salto y resoplidos y relinchos de impotencia, e insistía en tirarla de su cuerpo. La lucha fue dura entre el caballo y jinete… pero la tenacidad y fuerza mental, la juventud de su jinete enaltece su figura y consiguió ponerle la silla encima de sus lomos y ya, poco a poco, restregando el herraje del estribo y pasar la cincha por debajo de su vientre sujetando la silla, aún con infinita paciencia y soltura.

Cogiéndole por las correas del bocado le dio unas vueltas por el lugar y parecía que el animal se había entregado a su dueño.

Orduña Bizkaia

 
La expectación era inmensa, ya que tocaba subir su cuerpo encima del animal y a ver como reaccionaba con él en sus lomos. Muy lentamente entre palabras amables y caricias muy mansamente puso su pie izquierdo en el estribo, mientras dos primos suyos sujetaban el caballo del cuello; elevando su cuerpo sobre la montura y posando su cuerpo sobre la silla, el animal temblaba y resoplaba.

Soltaron el cuello del animal y jinete y cabalgadura salieron de estampida en dirección a la tapia de piedras del Tunar y los que observaban el espectáculo gritaron:

 -¡Lo va a tirar!¡La tapia lo va a herir… ! ¡Es una locura, el caballo es muy agresivo y arisco todavía! -Comentaban las voces asustadas.

Ante el asombro de todos los presentes el caballo y jinete saltaron la tapia y subieron por la finca pendiente arriba, sorteando matojos y algún pino o higueras a su paso hasta desaparecer de nuestra vista.

Todos hablaban entre ellos con cara de asombro por la proeza que habían visto y los zagalillos solo mirábamos sus caras y escuchábamos sus comentarios halagadores del personaje.

 Pasó un buen rato,  y todos pendientes del único camino por el que podían aparecer. Y, por la colina, surgieron caballo y jinete muy lentamente, con las correas sin forzar. Y el  jinete con una sonrisa de elevada elegancia, hasta llegar al grupo de personas que le esperaban; sorteando las palmeras y plantas de poleo y yerbabuena… Llegó sonriente y, muy lentamente, saco su bota derecha del estribo para aferrarse con una mano a la crin del  animal se bajó de él y lo soltó de su mano para alejarse unos pasos donde tenía preparado una especie de talega con paja y cebada para el caballo y colgándose en su cuello le puso la cabeza dentro del saquito y sin quitarle la silla de su cuerpo.

 

Sinovas Aranda de Duero

Dejadle descansar; no lo toquéis;  ya le quitaré yo la silla. -Les dijo con una franca sonrisa a sus primos, ya que este animal de momento solo me conoce a mí, y se dio la vuelta para caminar a paso lento y subir al cortijo.

Uno de sus primos cuando se perdió de vista el jinete, se acercó al animal e intentó montarlo y cuando toco el estribo con las manos puestas en la silla, pego un brinco lanzando las patas traseras

 con fuerza al viento, ¡casi no le da tiempo a retirarse!… Era un caballo montable solo para su dueño. Mientras los que daban las últimas caladas a sus cigarros apareció el personaje y se puso a quitarle la silla a su caballo. Le mencionó su primo Juan en intento de tratar de montarlo y él solo sonreía y con la brida en su mano subió a la finca del Tunar.

 Mucho se habló de esa pareja de caballo y jinete que hoy vuelve a mis sentidos, ya que seres como ellos me enseñaron a soñar y a vivir a través de nuestro propio esfuerzo ya que nadie les regalaba nada. Eran seres humanos que sabían sus limitaciones y solo la fuerza y sus convicciones les hacía perseverar en todo lo que realizaban.

Artomaña. Álava

 
(“Cuando los sueños se posan en tu mente hay que atreverse a realizarlos aunque te cueste ya que cuanto más esfuerzo haces, son más saludables y la ilusión que ponemos en su construcción se hace un gigantesco y sutil pensamiento donde la verdad prevalece, incluso entre los sueños que adolecen de dueños que te atrapen.”)

Antonio Molina Medina

 23.11.21