En el río de la Miel,
presto
siempre acontecer,
entre
piedras y alfombrillas,
que
surcan las dos orillas,
su manto
fecundo y verde.
La hierba brota perenne,
poblando
sus dos orillas.
Una
lavandera hermosa
con su
alegre cancioncilla,
que
resuena con sus trinos,
acompañando
en su canto
a esos
pájaros cantores,
que
alegrando sus orillas,
acompañada,
junto
a los
rayos de sol y
jaleada
por las mozas
que le
hacen compañía.
Sus cantos son pura mirra,
todas en
ristra acompañan,
mientras
golpeando las aguas
los
cuellos de las camisas;
surge un
silencio en el bosque.
Los pájaros se dispensan,
las
lavanderas se callan
un
intruso ellas divisan;
entre
sonrisas, guasas y risas,
que
llegan a carcajadas.
Un mocito las observa,
de
alguna se ha enamorado,
pero
todas se preguntan.
Será
Antonia, o, Juanita,
será
Pepa, o, Mariquita.
Ella ya sabe quién es,
el
corazón le palpita.
Sorprendido
se ve el mozo
Y
corriendo por las cañas,
ha
contemplado con gozo,
la
sonrisa que le incita,
que al
mirarla de soslayo
vio su
cara y su sonrisa,
la
risita de su amada
que al
mirar él a su cara
sus fracciones resplandecen.
Antonio Molina