CASERIO DE ORDUÑA - Bizkaia



Caminando por el campo se encontró con la poesía. Él la miraba y ella le sonreía.
Entre palabras y azucenas, se detuvo a contemplarla, en la empalizada de una finca de la Ciudad. Cerezos, manzanos, nogales, ciruelos, perales de invierno, higueras del tiempo. Las gallinas corretean por la estancia, mientras al pozo, le sacan agua con una palanca.
Una vieja máquina de trillar instalada en el patio tratan de arrancar a base de esfuerzo manual con una manivela. Hacen rugir el motor, cuyas correas ponen en movimiento. Todas las poleas impulsan las piezas de acero que mueven las partes de su interior por donde pasará el trigo y la paja. Ésta es impulsada por una turbina que absorbe los tubos y la lanzan al pajar amontonándola para el duro invierno que les espera. Mientras los sacos de trigo aguardan su turno dispuestos a la molienda. La blanca harina les espera, y de ellas se formarán los panes en el horno de la casa.
El trasiego es un caudal de almas, cual engranaje que forman un viejo reloj de pared en la estancia, armonizado con sus gentes, que sin reyes, ni duques, ni jefes, ni capataces…, hacían mover los brazos de los braceros, cuyo único empeño era acabar su tarea y llevar a sus casas un trozo de ilusiones para seguir comiendo un día más por los aledaños de su río donde limpiaban sus cuerpos de impurezas extrañas.
12/08/13     
Antonio Molina Medina