Caminando por el campo se encontró con la poesía. Él la miraba y ella le
sonreía.
Entre palabras y azucenas, se detuvo a contemplarla, en la empalizada de
una finca de la Ciudad. Cerezos, manzanos, nogales, ciruelos, perales de
invierno, higueras del tiempo. Las gallinas corretean por la estancia, mientras
al pozo, le sacan agua con una palanca.
Una vieja máquina de trillar instalada en el patio tratan de arrancar a
base de esfuerzo manual con una manivela. Hacen rugir el motor, cuyas correas
ponen en movimiento. Todas las poleas impulsan las piezas de acero que mueven
las partes de su interior por donde pasará el trigo y la paja. Ésta es
impulsada por una turbina que absorbe los tubos y la lanzan al pajar
amontonándola para el duro invierno que les espera. Mientras los sacos de trigo
aguardan su turno dispuestos a la molienda. La blanca harina les espera, y de
ellas se formarán los panes en el horno de la casa.
El trasiego es un caudal de almas, cual engranaje que forman un viejo reloj
de pared en la estancia, armonizado con sus gentes, que sin reyes, ni duques, ni
jefes, ni capataces…, hacían mover los brazos de los braceros, cuyo único
empeño era acabar su tarea y llevar a sus casas un trozo de ilusiones para
seguir comiendo un día más por los aledaños de su río donde limpiaban sus
cuerpos de impurezas extrañas.
12/08/13
Antonio Molina Medina
¡Qué bello lugar Antonio!, tus letras lo dicen todo, con mucho sentimiento, tanto es así que lo he sentido como si hubiera estado paseando por sus calles, respirando su aire, oliendo sus bosques. Mi abrazo poeta!!
ResponderEliminarCaminando mi mirada por los campos de tus letras, por las vistas de tu poesía, por la luz de tus latidos, caminando por tantos bellos paisajes, de la mano de tus palabras, es un placer disfrutar de tus letras, mi querido amigo.
ResponderEliminarBesos enormes y feliz tarde.