UN ÁNGEL LOS APADRINABA

 

Caserío de la ciudad de Orduña. Bizkaia

Renueva los sentimientos que el alma desprende, los acumulados de tu edad primera, cuya infantilidad se hace presente en tu corazón abriéndote las puertas de ese futuro que ya trascurrió… Con la cabeza agachada y posando sus ojos en la lectura de su libro escolar, donde la escritura les hacía acumular en sus mente las primeras historias de ese mundo en el que les parieron, dos niños ya grandecitos que compartían pupitre y alguna cosas más, levantaron la cabeza del volumen que posaba abierto en la madera para decirle José a Juan: ¡cuándo salgamos tenemos que darnos prisa ya que hemos que picar leña en el caserío, que mi madre hoy tiene que encender el horno y necesita leña para dar calor al horno del caserío para hacer el pan y con la leña cortada que he visto cuando fui a comer no le llegara… mi madre me lo advirtió al venir a la escuela!

Ciudad de Orduña - Bizkaia

--Vale -le contesta Juan- ¡Cuidado que el maestro nos está mirando!

José y Juan recogen los libros de la escuela y salen para sus casas y primero pasaron por el portón de Juan, y le dice a su compañero: -¡Sube y colocó los libros en casa, y bajó corriendo! ¡esperarme!

 

Como un relámpago subió y bajó las escaleras no antes de decirle a su madre: -¡Mama, que voy con José a hacer leña para el horno que hoy hace pan su madre!

Caminan charlando hasta la puerta de dos hojas del caserío y Juan metiendo su mano desplaza su cerrojo y entran corriendo y suben por las escaleras de madera y abren la puerta de la entrada y se meten en la cocina donde desde el fuego bajo arde lentamente la leña con la que hace hervir una caldera de menudas patatas para los cerdos. Colgada de una cadena en el centro de su chimenea.

Antonio Muñoz y Antonio Molina-ciudad de Orduña-Bizkaia

 

-¡Mama ya estamos aquí! -Le anunciaba José…

- ¡Ala pues! -Bajad y cortad algunos troncos que tenéis preparados. Las cuñas, la maza y el hacha ya la veréis. -les decía la madre.

Corren escaleras abajo y abren la puerta de la cuadra, los animales giran sus cabezas masticando su alimento y los miran y siguen comiendo en los pesebres y los dos, salen por la otra puerta que da a la finca y su huerta y al amplio patio y girando a su derecha al lado del horno estaban los troncos, algunos muy secos, de las cuñas que necesitaban para su desgarro.

 

Familia Merquiades de Orduña y Antonio M. Y Lucía M. Bizkaia


Miraron bien los troncos por si había alguna grieta para comenzar a poner las cuñas las que de menor a mayor iban abriendo los troncos hasta su desgarro total.

Mientras José sujetaba la cuña, Juan elevaba la maza para su golpeo… -¡Ten puntería y cuidado con mis manos! – le decía a Juan- que la 'maza' pesa.

Las gallinas se acercan curiosas y confiadas al lugar y sin miedo escarban la tierra buscando su pitanza. Se sienten seguras.

 

Trigales de Sinovas-Aranda de Duero

Entre risas y bromas las cuñas a base de porrazos se abren paso en los troncos y ya, bien afianzadas, deja de sujetarlas, hasta que los troncos se abren en canal para su troceado con el hacha y una sierra, esta con dos mangos, que también era muy buena herramienta, para el tronzado de la leña, se colocaba en un trípode las más duras para cortarlas con la sierra manual y otras se cortaban con la afilada hacha.       

 

-¿Que tal lo lleváis chiquitos? – Brotó la voz del aldeano.

 -Bien, -le contestan ellos.

-¡Con lo que habéis cortado ya es suficiente por hoy! -les decía. -¡Mientras yo voy a afilar las cuchillas de la máquina de segar, vosotros esperad a que baje tu madre! -Le dice a su hijo. El aldeano se dirige a una nave del caserío en la que hay un artilugio de madera con asiento y dos pedales y en el centro una caja donde en su hueco o pequeño foso una porción de agua con la que enfriaba a una piedra o muela que al mover los pies da vueltas a la piedra que, suavemente, chisporrotea al contacto de las cuchillas para dejar listos sus filos para otra siega.

 

Caserío de la ciudad de Orduña-Bizkaia

Se oyen los pasos y la voz de la aldeana detrás de ellos y les dice: -¿Ya tenéis todo preparado para encender el horno, pareja?

-Sí. ¡Hasta la leña menuda para su encendido!; solo falta introducirla en el horno y prenderle fuego, -les contestan ellos.

 

Desde el interior de la nave el aldeano entre risas le dice a su mujer: -Estos ya saben lo que hacen mujer… ¡‘redios’ que si lo saben!… dejando una carcajada en el aire.

La aldeana comienza a introducir la leña y preparando una hoja de algún periódico, y con una cerilla, surte la llama a ese montoncito de leña cuyas llamas se apoderan de las piezas de leña recién cortadas, para calentar con fuerza ese habitáculo donde se almacenarán los redondos panes y algunos ‘txoripanes’…, para los más menudos de la casa y algún invitado a esa fiesta. Las llamas se asoman a la boca del horno y la aldeana retrocede apoyando su mano sobre su frente por la fuerza de las llamas que ofuscadas cual llamaradas tratan de salir del habitáculo donde se revuelven entre quejidos y chirridos.

  

Ciudad de Orduña-Bizkaia

Pasan las horas y ya el horno está preparado para la faena, después de amontonar los residuos de ascuas y ceniza al fondo del horno. Con una pala de madera son introducidos lentamente las redondas y frondosas montañas de harina bien amasada y depositadas guardando la distancia y, entre medio, muy cerquita de la boca, esos pequeños panecillos con su chorizo dentro.

La aldeana miraba y sacaba con su pala algunas piezas a ver como estaban de cocidas y las volvía a dejar, hasta que todo estaba listo para sacarlas.

 

Los nervios afloran entre los pequeños seres ya que el hambre relincha en sus estómagos ante el sabroso olor que se cuela sin compasión por los orificios de sus narices.

Ciudad de Orduña-Bizkaia

-Chiquitos, ¡Ala!¡Venid para aquí! ¡Ahí tenéis! ¡Coged uno cada uno! -Pero, tener cuidado, no os vayáis a quemar, ¡que están recién salidos del horno! -Les advierte ella.

Así era. Quemaban en sus manos, pero sus estómagos lo reclamaban y soplando y soplando se quemaban, pero el hambre podía con ellos y más ese manjar con el que la aldeana abastecía a los suyos, y  algunos más a los que se los regalaba.

Antonio Molina Medina

23.04.21

LOS FALSOS GUIAS

Casa museo de Federico García Lorca-Valderrubio.
Homenaje a María Mata Padilla en sus 100 años. Granada 

 

Deben servirte en tu caminar para comunicarte con otras vidas

Para que consolides a aquellos que te quieren y te sigan

Por los caminos de tu vida.

Las sombras no hacen daño y al cruzarte con ellas

No sentirás ni apreciaras su presencia.

Ya subiste del sótano a cubierta

Con tus fauces sinceros de gacela, palomo herido

Borrego ensortijado. Arrancaste de la tierra.

Rompiste la guarida. Destruiste su cueva.

Asaltaste fortaleza que creían inexpugnable.

El aroma del campo le recorrió su cuerpo

Cuchillos y alfileres la arrancaste del alma

Se buscan con ahínco. Él no quiere ser victima.

Ni que sacie su hambre. De carne no podrida

No se alimentan fieras.

La victima se revuelve, se llena de oquedades

Su agresividad se congela entre lava de volcán

Los jueces no son tales, y cogió otro sendero

Los rayos que iluminan brisas y despertares

Y de una trampa cruel, retorno la victoria

Y si ha de morir morirá con honor, por amor

En esta sangradura que la vida le depare.

Antonio Molina Medina

27.05.21

 

PRIMAVERA EN LA PEDANÍA

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

Se filtran por las rendijas de la persiana de su ventana esos rayos de claridad que dejan al descubierto los luminosos paisajes de la Pedanía, cuya fuerza le imprime la eterna primavera que comienza. La que nos sacude la mirada la cual, cabizbaja, nos hace descubrir la hondura de los campos de Castilla, poblado de espléndida Naturaleza, que no nos necesita para nada como nosotros no podemos vivir sin ella.

Los campos se apoderan de verdes praderas y de flores salvajes  que adornan nuestra mirada solo con alargar nuestra admiración, y posar la mente en el verde, verde manto, que se adhiere a la tierra que abarca nuestra profunda visión. Mientras las huertas se enroscan alrededor de las cabañas, donde un hilo de humo relajado fluye por encima de sus tejados de tejas de colores ahumados.

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

Las calles de la pedanía se vislumbran repletas de pisadas antiguas y jóvenes que, incesantes, buscan los fantasmas de la noche que se regocijan sin prisa y en calma. Pero de improviso, las puertas se abren y el ruido se apacigua ante los oídos; el silencio no empaña su conocimiento que busca con énfasis desabrido y tenaz en su silencio.  

Brota la vida en la Pedanía y se suaviza el aire que respiro, introduciéndose en su presencia esas voces que, mansas, se acomodan en la mente. Las de mujeres y hombres y gente menuda, la que se mueve cada día dando vida a los sueños en cadena para aporrear sus vidas y sus eventos cotidianos que acarician, entre sonrisas y silencios inclusive, las precisas y ásperas sacudidas, que muchas veces la propia vida les depara.

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

La primavera, a la sazón manantial de pureza, salpica sus campos y deja al descubierto surcos y veredas; carriles de tractores para llegar a sus destinos donde pacen de sus mieses, junto a los animales que el pasto de barbecho protege, mientras los perros miran silenciosos la cara dorada del pastor. Algunos a paso lento, otros aceleran sus pasos… mientras la campana de su iglesia  marca sus horas que el viento arrastra en la lejanía.

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

Rondan los tractores armados de cuchillas  que perforan la tierra, la que, plácida, se deja penetrar esperando las semillas, dejando los pequeños surcos por donde penetre el soplo del aire caliente. Y la tierra se rejuvenece entre cánticos y plegarias donde crecerán las espigas  de esa semilla de la siembra que hará posibles esos frutos sensuales y prodigiosos, que el campesino mima, para que el molinero los convierta en harina.

 

Con efusividad, nos encontramos en el teatro de la vida, cual barco que se mueve entre las espigas; visualizando esos granos que serán la semilla para morir, engullidos por la propia tierra dando frutos para la siega. Mientras, las viñas romperán sus menudos troncos entre lágrimas, preparando con su sabia los arrogantes y juveniles tallos  que, jubilosos, serán cubiertos por las verdes hojas para dejar paso a los

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

racimos y granos de esa nueva vida, que, acumulados y llenos de dulzura, humedecieron gargantas de ahora y de antaño, a pesar del desagravio de los que rugen en contra de la Naturaleza… sean incapaces de destruirla en su tiránica obsesión,  tras la ofensiva a su destrucción.

Antonio Molina Medina

01.04.21

AMISTAD Y CERCANÍA

 

La Chorrera. Río de la Miel. Canuto hondo. El Cobre

Necesitaba respirar aire procedente de mi río, y las ondas que transitan por los vientos me llamaron y yo me encontraba sediento y con ansias de soñar, y, una nube se posó en mi cabecera, y mis oídos se alegraron de esa voz poderosa y curtida por los años del tiempo, y se filtró ante lo que conocía, esa sabiduría de un hombre de talento, ya que el corazón, su corazón, es el dueño de sus actos, de su calidad humana y de todos sus movimientos.

Escuché su voz, como el piar de un querubín que me aupaba a los cielos, a las ramas de mi árbol, a cielo abierto.

Ciudad de Orduña. Bizkaia

Vibraban mis ojos y mi voz no necesitaba respiro, ya que el aire procedía de su teléfono. La amistad estaba ahí, sedienta de compartir palabras y sentimientos. Y mi mente, virar hace, con esos sueños nuestros. Los suyos y los míos, ya que las voces que hablan, los sentimientos se desprenden de las capas de nuestra piel que, hoy, cubren nuestros cuerpos.

 

Caminamos entre raíles por las calles de su pueblo y pasamos al verdor de ese parque, de esa bolsa de agua fresca que se apilaba en nuestros ojos que, hasta una Pata salió a saludarnos y se volvió a su agua en busca de sus cachorros y nos presentó a su familia: eran diez preciosos delfines con sus plumas amarillas que, alrededor de su madre, piaban comiendo pienso.

Ciudad de Orduña. Bizkaia

Y yo no salía de mi asombro. Cómo cuidaba a sus hijos. Cómo los defendía cuando se le acercó un Perro. Les seguíamos sus pasos y sonreíamos por dentro.

 

Federico el de la Fuente nos seguía en nuestro pensamiento y recordé al abuelo del mundo: Walt Whitman, que se colaba entre nosotros recordando sus buenos tiempos, y a Ángela Figuera y a San Juan de la cruz y a Teresa Aldamiz, y al poeta que me recordó Honorio… El que se juntó con García Lorca y Whitman en el supermercado  se llamaba "Allen Gisbert" y don Antonio Machado, y recordando Honorio a Federico entre Ríos de Mimosas camino de Galicia y que terminó en Bilbao.

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

La tarde se hizo de día y la brisa nos alentaba a caminar entre corrientes, ya que ellos, nos acompañaban en todos nuestros pensamientos. Palabras, sólo palabras, pobladas de emociones, que apaciguaban nuestro intelecto.

 

Tarde mágica la de aquel día, la que quedará en nuestro recuerdo. Lirios y rosas silvestres se posaban en  los cielos y nuestras manos aferraban sus tallos…  jugosos tallos y versos, mientras el aire soplaba esa brisa soberana que lamía nuestros cuerpos. 

 

Hoy luce más la claridad y se agigantan los sentimientos.

 

Sendero de la Trocha. El Cobre. Canuto hondo

Nos vemos, mi querido amigo. Mientras el tren se desliza entre raíles, entre libros antiguos donde la vieja biblia se coló entre nuestras voces, sin anillos ni parcelas que salpiquen nuestras vidas hoy, simplificadas y veraces con lo poco o lo mucho que quedó de aquella gesta, o lo que nuestro corazón soñó, de un ser humano y desnudo.

Antonio Molina Medina

20.05.21

LA HUELLA

 

Sinovas Pedanía de Aranda de Duero

Él, se alejaba dejando tras sus huellas los retazos de una vida, de un tiempo imborrable que nunca volverá, para adentrarse en el mundo que siente, que no percibió que nunca comprendió. Volviendo la cabeza con lágrimas las que resbalan de sus ojos las que le brotan del alma de lo enterrado en vida. La cabeza inclinada. El alma dolorida. El corazón sangrando. Lo envolvía la apatía, su corazón no sentía el jugo de la vida, ella se le resistía. Le falta la palabra.

La vida le resulta diferente. La apatía convulsionaba su alma. Se cerraron los manantiales de agua clara. Su corazón no latía solo palpitaba sin fuerza, brotaba la nada. Le faltaba la palabra.

Sinovas Pedanía de Aranda de Duero

 

Y se adentró: en su bosque, sus ríos, la claridad de una tierra que respira luz, agua manantiales de vida de colores y pétalos de rosas siemprevivas, que le azotan la cara. Los colores rojos, verde, amarillo azul cielo le rechinan. La resina se desprende pegajosa de heridas consumidas aromas de árboles de frutos que dejaba en su campo. Frutos que consumía que alimentaban su cuerpo, que sustentaban ilusiones de una infancia pérdida de su edén en la tierra, que suavizaba su hambre, enjugaba su cuerpo agilizaba su mente de toda sequedad. Le acompañaba la palabra en toda su extensión. Sonando a libertad.

 

Parque de los Alcornocales. Chorrosquina El Cobre

Recuperando huertos, semillas germinando, cortijos, arbolados, animales caseros y el fruto de sus árboles, de frutales colmados. Fuego bajo, palomas, enjambres de abejas, la miel que nos sustentaba higos secos y brevas. Olivos de aceitunas, aceite, tinajas de agua fría contaros sempiternos que saciaban mi sed. El perro que me quiere, la serpiente reptando que levanta la cabeza, me saluda silbando. Reses, hierros candentes que quemaban su lomo marcando iniciales que en la sierra pastaban. Los pavos y gallinas, conejos, escarabajos me acompañaban de  diario en mis correrías por el campo. El buitre me vigila, merodea en circulo el olor a la muerte a su nariz ha llegado. Las hormigas en silencio cargadas de pertrechos que su cuerpo soportan arrastrando la carga más fuerte que su cuerpo, impulsando con ímpetu los poderosos granos. El niño las observa y sonríe, se ríe contemplando como se introducen en la cavidad que la tierra protege. Otras caminan libres, de regreso a los campos para buscar su carga y poder regresar.

 

Parque de los Alcornocales. El Cobre, Chorrosquina


Una piel de serpiente se encuentra a su paso ha mudado su cuerpo se ha cambiado de ropa se quiere pavonear y cimbrea su cuerpo por la verde pradera enseñando su lengua afilada y certera como flecha punzante fluye de su cabeza y cuando se siente en peligro arqueando se cuerpo se levanta orgullosa lista a defenderse de quien quiera atacar. El buitre carroñero sigue girando en circulo otea la pradera sigue buscando el alimento para seguir viviendo siempre en  libertad. Él espera y le espera, la muerte esta al acecho la presa esta lista el festín es seguro, solo debe sentirse segura en libertad.

 

Orduña Bizkaia

Mientras las reses mugen sonido prolongado cuando sienten en su piel el hierro candente que marcan en su cuerpo, y le duele, le quema, le hace daño y grita los mugidos al aire, soltando de sus trabas saltando empalizadas buscando el alivio de aire que le brinda su largo galopar.

 

La vida en las humildes chozas se hace deseable, placentera y dignan en mentes que se quieren, que quieren y aman, a pesar de las fieras, que pululaban el monte. Los árboles se mecen, en lo alto de la sierra el niño se sonríe, sonrisa placentera, se sienta y los contempla. Un puñado de sueños observando a animales que libres le preceden. Mientras el buitre negro se nutre de carroña que su cuerpo comprime. Retomando su vuelo listo para otra fiesta, extendiendo sus alas planea placentero después de su festín.

Orduña Bizkaia

El olor a higos secos, a aceituna a brevas, a higos chumbos, higueras, perales, manzanos a garbanzos, la miel inundaba su vida con su perro querido que alegraba sus minutos y horas en su soledad. Contemplaba los barcos que la niebla recubría por toda
la Bahía cercana a Gibraltar.

Los arrieros pasan por la Trocha a Tarifa, se detienen y piden un cuenco de agua que la madre les da.

De los campos cercanos brillaban las espigas, los prados de garbanzos, la paja en la planicie, donde briosos corceles arrastraban los trillos separando la paja de su grano divino que el campesino sonriente endulzaba el paladar.

Antonio Molina Medina

16,05.21

LA ALBERCA

Plaza Alta. Algeciras. Antonio. M. Medina

 

Con su hozada en su hombro ya terminada la riega subía lentamente por la vereda que daba a su alberca mientras por su rostro se deslizaban los chorreones de sudor los que se colaban por la camisa que cubría su cuerpo. Y apareció escoltada por los cañaverales su figura; se sentó en su aledaño y con su brazo trataba de quitarse el sudor que de su frente fluía.  

Acoplo su cuerpo con las piernas colgando sin llegar a tocar el agua la que espléndida y libre de impurezas rodeada de verdes cañas, dejaba al descubierto el fondo de su cavidad.

Sendero Río de la Miel. Parque de los Alcornocales El Cobre. 

El tiempo se consumía y él solo respiraba muy lentamente mientras poco a poco las ranas fluían por los aledaños de su charca cuya agua poco a poco se enriquece con esos habitantes los que se sentían libres a pesar de una sombra que ni se movía, ya que él solo esperaba que la oscuridad apareciese atrayendo con ello a la Luna y sus estrellas cuyos puntos de luz dejaban ver en la alberca como se reflejaban la limpidez azul de su cielo y el temblor de las estrellas cuando tirabas una piedra cuyas ondas provocan ese movimiento el que provocaba sus olas, mientras las ranas saltaban de nuevo a su escondrijo, mientras se diluía entre la paz de su agua esas figuras o puntos de luz que el cielo nos ofrece ver entre sus aguas y sin agonía.

Sendero Río de la Miel. Parque de los Alcornocales. El Cobre.

Mientras su espíritu se place y se deja filtrar envuelto en sus aguas, levanta su cuerpo y camina de nuevo mirando ese hilito de agua que se escapa de la boca de la alberca a pesar de su tapón de corcho envuelto en un trozo de tela blanca y sus pasos bajan por la vereda en dirección a su morada. Al alejarse vuelven los sonidos del croar de las ranas mientras una suave brisa hace que sus pestañas vibren, limpiando confiadas las ventanas de sus ojos y sus pasos caminan por las veredas de la finca hasta las chozas que hoy son su morada.

 

Majal-Alto. Parque de los Alcornocales. Chorrosquina. El Cobre

“Haz un temblor de alcoba blanca con tu voz.”

Donde tus visillos lleguen a estremecer mis aledaños

A través de esos colores que deambulan incansables

Por el inconsciente que mueve hoy mis dedos,

Acariciando con ellos esos versos por los caminos

Cautelosos, donde la vida se congela y le seduce

Llenando su corazón y cuerpo entero.

Antonio Molina Medina

22.02.21

EL AIRE NOS ESCOLTA

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

Sediento por la angustia que me provocan mis pasos que, aún místicos y serenos, recorren la profundidad de mi cuerpo y provocan la insistente desazón que recorre mi cuerpo. Mientras mi voz se hace silencio en su propio desierto. El aire siguen pletórico de riqueza dejando que mis pulmones se muden del mal que atrapó su existencia: la de una vida cubierta de musgo que adornó su cuerpo.  Mientras, el aire… su aire, el que me regalaron al nacer y que no me pudieron prohibir en toda mi existencia; el que da vida a mi cuerpo, aún plagado de incongruencias, y  respiro sin pausa. Somos como una veleta en cuanto ella se detiene vivirá sin existencia.

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

A campo abierto y en ese mundo que nos dejaron para soñar nuestras experiencias. Pero la masa se hipnotizo del murmullo de las fuentes y de los verdes prados, en las inmensas praderas donde pastaban las bestias muy cercanas a nuestras tiendas.

Y nos olvidamos de respirar... Y se perpetraron los lamentos... Cuando el aire se dejó morir por el mal, que se apropió de nuestro cuerpo.

¡Aire mío! Que no pueden comprar ni los pobres ni los ricos. Incautos poseedores de la verdad que aun defienden un mundo sin sus primordiales elementos.

¡Aire mío! Que coordina mis pulmones y deja que mi corazón  se mezcle en su fluido, para poder incordiar mis sentidos. Aunque te ofendan y te degraden, nunca serás un intruso. Aunque te quemen y te maltraten, seguiremos detrás de ti.

 

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

Me dice mi corazón, adherido a mi costado, que sigue pidiendo tu aliento. Aún con calor y con frío. Y los cielos me arremeten si no defendemos tus principios.

Suenan las trompetas con el aire de los sentidos. Y a ellos me aferro ¡aire mío! Y a gritos y convulsiones, y sin gritos ni carcajadas, camino por este laberinto de acuciantes palabras de figuras opacas que quieren brillar, aun sin brillo. Y mi figura se rompe en mil pedazos cuando los sueños murmuran inconscientes: ¡a continuar con mi propio destino!

Sinovas pedanía de Aranda de Duero

Me despierto y escucho el murmullo de mi pulso que se acelera siguiendo el soniquete de mi sangre por las veredas de mi cuerpo,  las que ahondadas van galopando por su propio destino.

Antonio Molina Medina

09.05.21

VIRGEN DE LA ANTIGUA

 

La vida sin recuerdos, es una vida vacía e inservible…

Feliz Ocho de mayo, En la Ciudad de Orduña

Virgen de la Antigua. Ciudad de Orduña. Bizkaia

 Viví bajo su manto inmaculado.

Vigilado, arropado y protegido por su mirada.

Saboreaba las lágrimas que surcaban

de mi niñez temprana, enmarañada.

 

Sus ojos que todo lo divisan,

cual halcón, gavilán diestro o vigía,

protegiendo a sus crías desde el aire,

arropando su obra bien hecha.

 

Desde lo alto de la montaña ella nos arropa.

Protegiendo a su valle y sus montañas,

a sus crías, que con pericia trata

junto a los animales que con ellos conviven,

 

inculcándonos el amor, que ella profesa

como perdurable alimento necesario.

Amor, palabra milagrosa en ella

que el hombre mancilla y corrompe.

 

Amor por el que todo se comparte,

llegando a dar la vida por ella.

Quisiera con mis versos envolverme

en su manto y que ella me proteja,

 

me dé el alimento para mi alma

y fortalezca todas mis enseñanzas añejas.

Compartiendo con ella mi existencia,

quisiera poder besar sus ojos y su cara,

 

a cual hiedra firme me enroscara

eternamente a su real figura me adhiriera.

Recuerdos de un hombre con sotana.

Un intenso frío nos envolvía.

 

Cuidad de Orduña. Bizkaia. Monte Charlazo

La naturaleza nos ofrecía su otra cara

frente a la fuerza de nuestra juventud temprana

que con desparpajo nos atrapaba.

Antonio Molina Medina

08.05.21

ORDUÑA (BIZKAIA) ENTRE SUS MURALLAS, LA CIUDAD NOS HABLA.

 

Orduña con Yokin González. BIZKAIA 

Se destapa el día y su mente se detiene un instante, solo un instante, y capta al momento sus años de gloria. Cuando los vivió sumido en la tierra: labrando los campos, correteando por ellos, paseando animales, por esos barbechos donde el odio no existía o no lo apreciábamos. Ni el miedo de antaño el que no percibíamos…

La lluvia nos envuelve y cae con furia sobre la Ciudad. Es una cortina la que fluye del cielo limpiando sus calles, bañando los cuerpos que aceleran el paso para protegerse de tal vendaval.

Ciudad de Orduña. Bizkaia

Pero la Ciudad se muestra sonriente, los años no pasan por ella. Ni sufre, ni se duele. Sonríen sus calles y sus callejones. Aún veo pelotas de trapo donde los chavales jugaban al futbol imitando a Gainza, Iriondo, Carmelo, Zarra... ¡también al Chopo!

La vida continúa. Sigue erguida, vivaz y altiva. Paseé por ella y absorbí su tiempo… mí tiempo. Ya no me dolían los malos momentos, solo florecía lo bueno y rebueno que en ella me dieron. Aún, sus puertas, hoy siguen abiertas. No cobran por verla ni por admirar sus calles ni sus monumentos.

La vida continúa y salió a mi encuentro.

 

Cuidad de Orduña. Bizkaia

Le vi sonriente, en silla de ruedas, al que un día compartió sus manos-mis manos, un torno ‘Matéu’ en campo de hierro forjado hoy ya en ruinas. Mi educación, mi paso al trabajo con amor y sin ira… Me acerqué a sus pasos y disfruté su sonrisa. Los años pasados se dejan mecer, se cuelan con fuerza entre el jolgorio, entre el calor humano que aun brota de su pecho. Su corazón aún sigue latiendo a pesar de los años ya que en su abrazo dejo el corazón envuelto en su sonrisa, que, cual brisa, corría por mis manos y como un lamento mis ojos sudan gotas de rocío el que oscurece la mirada mientras los parpados se deslizan apartando esa humedad que hoy me atrapa y quema su garganta. Ya que el tiempo no puede dejarnos de lado lo lado.        

La música retumba por los hastiales en toda la plaza ¡pero aun así!

Ciudad de Orduña. Bizkaia

No olvido su cara ya que su corazón vibraba en su pecho, aun en silla de ruedas. Pero vi en sus ojos… sus ojos de antaño cuya luz no se extinguía, seguía emocionando su alma.

Antonio Molina Medina

06.05.21