AL CHAPARRO LOS ASIENTOS — (Un día llamado ‘chaparro de los Jacintos’)



Algeciras (El Cobre)
En el camino de la Trocha, entre la era de Pajarete y la de El Cobre,
en la panadería de Baltasar, al lado de un arroyo que desemboca en el río
de La Miel. Allí se encontraba majestuoso
este chaparro con sus asientos, que hoy podemos recordar.
 


A la vera del camino andado
entre juncos y adelfas
se pavonean sus raíces
con el agua de su río,
que nutre su estructura.

Un chaparro alegre y tierno,
a su lado, embebida por su suerte,
se acurruca a su vera unas piedras
que con su planicie hacen posible
el reposo de cuerpos que lo evocan,
el del caminante que el reposo espera.

Sus ramas brotan briosas y alegres
para los inquietos pájaros,
con su caja de música imperiosa,
la que brotando de sus ramas,
acompañada con sus notas su eterna lozanía.
Los trinos que de él emanan
son los que protegen sus ramas
del bamboleo de los vientos que lo mecen
y del frío intenso y de sus nieves.

Allí acudían con su carga
los que al pueblo fueron a recoger
el alimento de sus gentes,
que esperan impacientes
el sustento cual surtidor de cuerpos que florecen.

Llega el transponer del día hacia la oscuridad
transformándose el viejo sol por blanca luna
para formarse en brazos poderosos
sus ramas briosas, las que aprisionan
a los niños que se atrevían
con la oscuridad a transitar por sus orillas.

Noche clara, el camino se divisa
marcado por los rayos de la luna,
las sombras te atrapan en la penumbra
que inquieta el alma de una edad
temprana y melancólica.

Mirando hacia el frente sin mirar atrás
el miedo te atrapa, no te deja andar,
paraliza el cuerpo del pobre chaval.
El corazón late con celeridad,
las piernas te pesan, se niegan a andar;
lento pero firme es su caminar.
Le pesan las piernas, le cuesta moverse,
son muchos los brazos que hay que sortear,
los de otros chaparros que guarda la senda
por su caminar, hasta la explanada
donde les esperan en la eterna era
una parva de paja y montón de trigo,
mantas y capotes para dulces sueños.
Aliviando el cansancio de tanto trajinar.

Son momentos tensos de mucha emoción,
la lucha del hombre por sobrevivir,
dominando el miedo que en la mente está,
con mucha entereza y sin mirar atrás.
Antonio Molina Medina