DEJARLE VIVIR


 
 II
Suben las palabras, llenar cuartillas
de su cuerpo calido sólo, nueva vida
una vida en otra vida
se creía inerte un muerto sin vida.
 
Conoció entonces a un hada madrina
retornó su mundo, que estaba sin guía
perdido en la niebla, blanquecina.
Floreciendo el ángel despertó una vida
que creía muerta y estaba dormida.
 
Descubrió el amor, el que duele y quema
el que es pura vida, por el que morir
y vivir sin ira. Momentos felices de un alma
que alguien le dio y él agradecía.
 
Comprendió el amor, también la amistad
el querer, la vida. La que creía agotada
muerta, su negra sustancia que no concebía,
porque no era aquello, sólo mal vivía.
 
Pero los sueños, sueños son y puede
que algún día se quiebre
la cinta tan fina, donde todo sueño
se hace realidad o en sueño se queda.
 
La realidad es dura después de conocer
un amor tan puro que le ha transformado,
atrapado, envuelto en su nueva vida.
 
Antonio Molina Medina

DEJARLE VIVIR


 
La Chorrera, Río de la Miel - Canuto hondo- El cobre- Algeciras
 
I
Rodeando montañas buscando otra vida,
por la que transita no le gusta nada.
Ésta  huele a muerte. Esto ya no es vida.
Agotado el camino de la propia existencia,
encuentra un respiro, encuentra un descanso.
 
Un ser se le cruza, le acerca a la vida
le sonríe, con tierna mirada, borra la ira.
Él con mueca triste guarda su silencio
algo está cambiando… Los ojos le brillan.
 
Ella le contempla, fluye confianza,
refleja su cara, firme su mirada,
es como un milagro, él vivía en la nada.
Encuentro fortuito. Palabras sinceras.
Se cruzan, se escuchan, se atienden,
el llanto le trenza, la nada ya es nada.
 
La bruma le envuelve, la nada se aleja.
Vuelve la esperanza de un alma perdida
llena de tristeza, implorando sueños
almacén de su alma.
 
El mundo ha cambiado. Que no te atrape
la monotonía, que engaña, truhana.
El agua destruye el muñeco en sano
Que coleara en la vida, por ella vivida.

Antonio Molina Medina

LA PALOMA



Ayer temprano me dirigí al campo
y labrando la tierra aprecié tu sonido
en forma de pájaro. Volabas. Reías.
Desde los árboles tú me llamabas
tu voz de las ramas fluía.
 
Y fue tras de ti buscando tu encanto
Se encontró una rosa, olió su perfume
fragancia de hojas el viento
que revuelve su pelo y le acaricia.
 

Sublime momento, contempló la rosa,
su amor en el aire. Comprobó
la serena belleza de un alma cálida
con brillo en la piel, que a su cuerpo provoca.
 
Que el trigo en espiga ilumine tu vida.
Poemas que llenan por dentro este barro
porque el viejo puente, ya tiene baranda
tus brazos, desde la otra orilla.
Antonio Molina Medina

REALIDAD


 
La Luna muy orgullosa
se mira en el ancho mar,
con su cara tan hermosa,
¡qué grande y linda está!
 
Se mira y requetemira
pero el tiempo se le va,
ella sigue contemplando
su reflejo en la mar.
 
La Luna no se percata
que su tiempo ya pasó.
La Luna se está mirando
y ya no ve su brillar.
 
Marcha muy triste la Luna,
ya no ve su reflejo en el agua.
Su figura ha perecido
con la inmensidad del mar.
 

Antonio Molina Medina

LA POTRILLA


 
La potrilla no deja de correr,
y el herrero la quiere repones
pero ella resopla y brinca
es la vitalidad que mana de su vida.
En su vivir y soñar el herrero ya no puede más
se da por vencido y la deja trotar
ella se pone a pastar,
verde hierba con agua sin clorar,
 
para reponerse de un gran esfuerzo,
para retozar con todo su cuerpo
de ojos negros y pelo curtido
que se blandea con un soplo de viento.
 
En su galopar arrastra una vida
rescatándola del barro y la ira
sus poderosos brazos le izaron del barro
ofreciendo su cola de cuerda infinita.
 
Asiendo con fuerza a la joven potra
cogiendo su cola le saca del mal
y se enrosco en ella, como verde hiedra
cuerpo sumergido.
El agua de mar con la sal fundido.
Antonio Molina

EN UNA CAFETERÍA



Sintiendo notas de recuerdos
mientras las olas limpian la playa
deslizándose por la blanca arena
brotando de ella los lamentos.
 

El piano resuena, a veces alegre,
otras son las manos piano, piano, lento,
del pianista dirigidas desde muy adentro
que transforma la música en lamento.

 
Él no se da cuenta que de sus dedos brotan
sonidos que son ilusiones en el tiempo.
Del teclado salpican melodías que calan
nacimiento de musas, duendes y silencios.

 

Brotan mis recuerdos. Las musas me envuelven.
Palpitan los sueños. Me elevan al cielo.
Mirando, mirando… Te encuentro a lo lejos,
jugando garbosa, eres puro nervio. Mujer con mesura,

 
de jugosos sueños, que inundan mi vida
que iluminan mi alma. Perforas visiones
cual viejo candil que tu luz atenúa todo lo que siento
y me hace vivir, sin oscuridad mis duros inviernos.

 Antonio Molina

ORDUÑA

Son las cinco de la tarde.
El sol aprieta en el aforo
brotando el murmullo de la gente
en la vieja plaza de toros,
donde se albergan los animales
y parten las cuadrillas.
 
Con los capotes en ristra,
desfilando con soltura
al comenzar el paseíllo
muy erguidas sus figuras.
 
En la plaza suenan los clarines, que atronad el aire
confundiéndose con el bramido del toro enfurecido.
Lances, verónicas, desplantes…
con la muleta en la mano el matador
cita al toro y redondea con esmero su faena.
 
La música le acompaña en su quehacer.
Agrada a la concurrencia.
Todos con palmas le aplauden
por la faena realizada,
en una añeja plaza de toros
donde se lidian toros bravos
en la fiesta de la ciudad,
en las fiestas de ‘Ocho Mayo’,
en la Orduña la inmortal
inmersa en lo frondoso de su valle.
Antonio Molina

TRISTEZA


Que tristes son los amaneceres

lejos de la tierra mía

aunque otra tierra te protege

sus montañas, valles y praderías.

 

Sin embargo el sentimiento es diferente

Andalucía la respiro en el recuerdo

de su cielo azul, de su blanco reluciente

junto a campesinos que la engrandece.

 


Al morir mis cenizas volarán

hasta mis raíces, sembrando los campos

de granadas espigas y mieles,

trigales lucientes, espejo del sol

que se una en su Vega celeste

envuelto en los vientos de

levante y poniente, que

pueblan por el estrecho.

 


Antonio Molina

ALGUIEN ME RECORDÓ DE DONDE ERA


Molino el Águila (Río de la Miel)
Acudí a envolvedme con versos, música, cante y palabras.

Era un cuatro de marzo dos mil nueve en el corazón de Bilbao.

Las letras que, José María Velásquez recitaba.

Laura Vidal transformaba en ‘granaína’, solea, cantes de Jerez…

El rasgueo de la guitarra de las manos de Eduardo Rebollar, soñaba con regresar.

Yo me deje de llevar y me recordaron de donde era. De donde soy.

De donde vengo. Y adónde voy. Y me sentí miembro de esos lugares

De donde me parieron. De donde nunca me debieron de trasladar.

Me recordaron que estoy vivo. Que necesito vivir de mis recuerdos.

Rebuscar en mi corazón maltrecho. Y no dejar marchitar los recuerdos.

Volaba por Granada. Romiya perforaba mi memoria.

Pepe el romano me gritaba y la Bernarda con  sus ojos ciegos me confortaba.

 

Quisiera morir allí y no vivir de recuerdos. Recorrer de día sus campos y

su vega inmaculada. Pisar la tierra y la sangre que en ella se vertió por defender nuestra casta. Sentarme a orillas de sus ríos. Del Darro de los suspiros, que dio con pena y no gloria el rey chico de Granada, expulsado de la Alhambra.

Sus lágrimas se esparcían por toda la tierra mía. Llorar por ella. Soñar con ella, cuando la vida se agota. Las hojas se marchitan, lentamente se deslizan, para que alguien las recoja las ponga a secar formando lazos dorados, arrojándolos a las aguas de los ríos

envueltos en sangre, y regresen a la vida en nuevos romances.

Antonio Molina